—Está sucio, Siro —ella exhaló en un gemido. Miedo y anticipación se mezclaban en esta nueva exploración.
Ella se agitó, y un grito ahogado escapó de ella mientras la otra mano de Siroos se deslizaba debajo de su vientre, y él la empujaba hacia arriba mientras mantenía su cabeza enterrada en el suave colchón.
Estaba completamente expuesta a él de la manera más vulnerable. Cassandra no podía ponerse más roja de lo que estaba.
¿Por qué siempre tenía que encontrar algo aún más embarazoso que su último encuentro? Y, sin embargo, el vínculo le aseguraba que él no la lastimaría.
La pasión y la lujuria se agitaban en sus ojos mientras observaban su orificio rosado y vertía más aceite sobre él.
—No te resistas, Cassa. Relájate, déjame entrar —la voz de Siroos retumbó, haciendo que la presión se acumulara dentro de sus redondas nalgas.
Ella se sobresaltó y gritó, la cegadora presión aumentaba.