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Lana se puso pálida instantáneamente y el rodillo cayó al suelo duro con un golpe y rodó hacia Siroos. Cassandra no pudo evitar imaginar las similitudes entre su pene y ese rodillo.
—¡Alfa! —Lana se inclinó al instante en un estado de pánico y volvió a su horneado mientras Cassandra fruncía los labios, esperando que él no hubiera escuchado lo que habían estado discutiendo.
—¿Qué encontraste asqueroso? ¿Cassa? —Siroos preguntó de nuevo, había venido buscándola ya que no quería comer solo.
—Era solo una nueva forma de cocinar la carne que Lana me estaba contando. Encontré el método asqueroso —Cassandra exclamó rápidamente, lo que hizo que Siroos levantara ambas cejas hacia ella. No lo creyó.
Por la forma en que ambos habían reaccionado, sabía que era algo más.
—Ven, tengo hambre. Lana se encargará del resto. Debemos comer; tú también debes tener hambre —la guió hacia él, y, echando un vistazo a una muy enrojecida Lana, Cassandra se alejó.