—Oh, ¿tu casa? ¿Qué pasa con tu casa? —Lu Qingyi miró a Yao Meishu, su mirada helada.
No podía soportar el comportamiento de Yao Meishu.
Incluso si fuera la casa de Yao Meishu, ella haría lo que quisiera. Tenía el poder para hacerlo.
Incluso debería agradecerle a Yao Meishu por no haberla matado en aquel entonces, por dejarla vivir tanto tiempo y por haber conocido a Xu Boyan.
—Lu Qingyi, sal de aquí —Yao Meishu señaló la puerta, ordenando furiosamente a Lu Qingyi que se fuera de inmediato. Su rabia era palpable, no podía soportar mirar a Lu Qingyi.
—Ja —Lu Qingyi curvó ligeramente las comisuras de su boca, sus ojos miraban fríamente a Yao Meishu, como quien mira a un ridículo payaso.
La cara de Yao Meishu era realmente insoportable.