Gu Yansi le dio a Lu Qingyi una mirada significativa.
Una suave sonrisa se dibujaba en la esquina de los labios de Xu Boyan, de verdad que los niños son adorables.
—¿Por qué no vas a echar un vistazo, hermana? ¿Y si el director tiene asuntos urgentes contigo? —Lu Jiahao mordió ligeramente su labio mientras lo sugería.
—No está en su oficina. —Lu Qingyi respondió con despreocupación.
La verdadera oficina de Lun Boyan no estaba allí; ese lugar solo se utilizaba para el trabajo administrativo ordinario.
Con la cancha de baloncesto a más de quinientos metros de distancia, el ruido era ciertamente ensordecedor. ¿Elegiría Lun Boyan, a quien le encantaba la paz y la tranquilidad, tal lugar para su oficina?
La respuesta era obviamente no.
—Ah, hermana, ¿cómo sabes eso? —Lu Jiahao estaba totalmente desconcertado.
Gu Yansi miró a Lu Qingyi de forma extraña, pero se mantuvo en silencio.
—Lo supuse. —Lu Qingyi.