—Te prepararé el desayuno. Siéntate tranquila y no andes descalza. Ahora te traeré tus zapatos —dijo él.
Xu Boyan frotó suavemente la cabeza de Lu Qingyi y lentamente comenzó a hablar.
—El suelo estaba alicatado y frío.
—Qingyi, ¿no quieres apreciar estos momentos de felicidad? —Li Xiyi miró la figura que se alejaba de Xu Boyan, luego a Lu Qingyi, y lentamente empezó a hablar.
Xu Boyan trataba a Lu Qingyi excepcionalmente bien, hasta el punto de que le daba envidia.
En un mundo tan vasto, la probabilidad de encontrar a un hombre que amas, y que te ame a ti también, es muy escasa.
Y encontrar a alguien como Xu Boyan, que es frío con los demás pero tierno con sus seres queridos, es aún más raro.
No se puede negar lo bien que Xu Boyan trata a Lu Qingyi. No podía encontrarle ningún defecto.
—Sí, quiero estar con él de por vida —Lu Qingyi levantó ligeramente las comisuras de sus labios. La sonrisa en sus labios era increíblemente tierna.
Porque lo deseaba, tenía miedo.