—¿Crees que él es solo un pequeño dueño de tienda? —Tang Yaxin soltó una risita ligera.
—No, ¿cómo podría Xu Boyan ser solo un pequeño dueño de tienda? Muchos no lo sabían, pero ella sí. Muchos pensaban que Xu Boyan no era suficiente para Lu Qingyi, pero ella sabía que era Lu Qingyi quien no era suficiente para Xu Boyan.
—Xiao Yi replicó: "¿No lo es?"
—No era solo él quien lo pensaba, muchos pensaban lo mismo.
—Lo entenderás más tarde —suspiró suavemente Tang Yaxin—. Por cierto, me llamo Tang Yaxin.
—Xiao Yi frunció el ceño, el nombre le sonaba ligeramente familiar.
—¿Me puedes dar un caramelo de tu mano?
—Ella miró hacia abajo hacia el caramelo de leche Conejo Blanco en la mano de Xiao Yi—, su expresión algo melancólica.
—Xu Boyan sabía que a Lu Qingyi le encantaban los caramelos de leche Conejo Blanco, pero nunca supo que a Tang Yaxin también le gustaban.