—Ruxin, ¿todavía haces negocios? —Fang Tianze estaba realmente curioso acerca de la vida de Yang Ruxin. No sabía por qué, pero desde la primera vez que la vio, sintió el deseo de acercarse a ella, una sensación extraña en verdad.
—No exactamente negocios —sonrió Yang Ruxin—, solo hago algo de comida para abastecer al Edificio Quanshun.
—Entonces la persona de hace un momento...
—Era el encargado del Restaurante Baiwei —Yang Ruxin echó un vistazo a Fang Tianze—. Antes quería abastecer al Restaurante Baiwei, pero no estaban interesados. No sé por qué ahora me está molestando.
—Definitivamente es porque la comida que hace hermana es deliciosa —dijo Fang Tianze con los ojos brillantes.
—Vaya, vaya, no esperaba que tuvieras una boca tan dulce —dijo Yang Ruxin con una risa y levantó la mano, con la intención de despeinarle el cabello, pero luego recordó que él ya tenía doce años, no como Xiaofeng o Zhou Xiao, y bajó la mano de nuevo.