—Niña, ¿sabes por qué te hice venir a mirar? —Después de insertar las ciento ocho agujas de plata en el cuerpo de Gu Qingheng, Dao Xuzi finalmente miró a Yang Ruxin con una expresión de complacencia.
—Para presumir de tu avanzada técnica de acupuntura —Sin embargo, el rostro de Yang Ruxin estaba lleno de angustia por el dolor que Gu Qingheng estaba soportando.
—¿Quieres aprender? —Dao Xuzi se rió—. Sé que también posees habilidades médicas, pero no conoces estas, ¿verdad?
—¿Eres algún tipo de charlatán? —Yang Ruxin frunció el ceño en dirección a Dao Xuzi—. ¿Puedes ver todo eso?
—También puedo decir que has tratado sus ojos antes —Dao Xuzi miró a Gu Qingheng—, pero que una joven como tú posea de repente habilidades médicas tan formidables es anormal, casi monstruoso. ¿No te asusta que la gente se vuelva sospechosa? Pero conmigo como tu maestro, no importa qué tan impresionantes sean tus habilidades médicas, no habrá ningún problema...
