La ceja de Sanni se frunció, luego se suavizó instantáneamente. De hecho, esto era solo un pequeño pueblo, nada por lo que alborotarse. Las intenciones de su hermana mayor significaban que, en el futuro, se aventurarían a las sedes de los condados, ciudades prefecturales e incluso a Pekín... La mano junto a su lado se cerró inconscientemente, despertando una vaga sensación de emoción en su interior.
Pronto llegaron a la entrada del Restaurante Baiwei. Aún era temprano, no era hora de comer, por lo que las puertas estaban cerradas.
Observando el letrero dorado, Yang Ruxin no pudo evitar suspirar. La escena de vender comida en un restaurante había terminado por desarrollarse en su vida. Sin embargo, un día, estaba determinada a poseer ella misma un establecimiento de ese tipo.
—Vamos, dirijámonos a la puerta trasera —dijo. Luego de un momento, Yang Ruxin, tirando de Sanni, caminó hacia la puerta trasera.
