Xiaolun sabía que Xiaobai iba a seguir a Yang Ruxin de regreso a casa, y rápidamente voló alrededor de su muñeca de nuevo. No quería quedarse con Dabai el tigre; después de todo, su herida era solo una herida superficial en la piel, que se curaría por sí sola pronto.
—Mierda, mis pequeños camarones —Yang Ruxin de repente recordó algo y cuando miró hacia afuera, descubrió que su cubo había sido destrozado por el tigre, y los tres kilos de pequeños camarones estaban esparcidos por todas partes. No pudo evitar soltar una maldición baja y apuntó al tipo grande afuera en el espacio, —Hijo de puta, solo espera, un día convertiré tus huesos en un yeso...
—¿Por qué no puso antes el cubo de camarones en el espacio? —Yang Ruxin se sentía como golpeándose la cabeza contra la pared.
Dabai no pudo evitar encoger su cuello; la Pasta de Hueso de Tigre parecía ser muy popular entre los humanos.
