Después de salir del Restaurante Baiwei, Yang Ruxin dejó escapar un pequeño suspiro. Parecía que hacer negocios no era tan fácil como había pensado.
—Hermana mayor, ¿por qué no se lo vendiste? —preguntó Sanni, algo confundida—. Incluso tres monedas de plata no habrían sido poco, y menos diez...
—Si hubiéramos hecho eso, nos habrían mirado por encima del hombro —dijo Yang Ruxin con una sonrisa—. Además, eso habría sido un trato único, pero lo que necesito es una cooperación a largo plazo. —Le dio una palmadita a su mochila—. Esto puede seguir haciéndonos ganar dinero.
—Sanni frunció el ceño—. Pero, ¿qué hacemos ahora? Ellos no lo quieren...