Con la hoja apretada contra su cuello, Shouzi no se atrevió a retener información. Una vez que Mo Yan hizo señas para que le quitaran el paño de la boca, reveló todo sobre el paradero de los niños.
Después de obtener la información, Mo Yan, bajo la mirada admirada de las chicas, envainó su preciada espada. —Luego, corran por la ruta que tracé antes. Si son descubiertos, divídanse en grupos de cuatro y dispersen. Recuerden, una vez afuera, busquen ayuda lo más rápido posible para rescatar a esos niños.
—Hermanita Mo, ¿y tú? ¿No vienes con nosotras? —preguntó Liu Tinglan con urgencia. Habiendo soportado adversidades juntas durante los últimos días, había llegado a considerar a esta chica, un año menor que ella pero inteligente y fuerte, como su propia hermanita.
Mo Yan se conmovió pero negó con la cabeza. —Ustedes vayan primero. Quiero ver si puedo rescatar a los niños. Me preocupa que escapando puedan alertar a los otros traficantes, y ellos podrían dañar a los niños.