En ese momento, Su Wenyue solo se preocupaba por sus semillas. Ni siquiera notó las tensiones subterráneas entre los dos hombres, pero aún así, estaba algo disgustada de que Han Yu la interceptara a mitad de camino. Intentó quitarse el brazo que la rodeaba la cintura, sin éxito. Su escasa fuerza no era rival, y Su Wenyue no quería enredarse en asuntos tan triviales. Se giró para mirar a Su Hengxuan.
—Segundo Hermano, ¿cuántas semillas tenemos? Segundo Hermano, quiero plantar muchas. Tienes que conseguirme más; son realmente buenas. No solo las plantaré yo, nuestra familia también puede hacerlo. Y las batatas, las que trajiste la última vez para que yo asara, consígueme más de esas también.