La señora Wang no había esperado que la situación fuera como era; naturalmente, se sentía culpable, pero no se arrepentía de sus propias acciones. Su Wenyue siempre había sido su némesis. Desde que Su Wenyue había llegado a la familia Han, sus días nunca habían sido buenos. El único arrepentimiento y molestia que albergaba era que esta vez perdió la oportunidad de obtener alguna ventaja de Su Wenyue. Además, el día en que vencía la deuda de juego de su hermano mayor se acercaba cada vez más. Si no encontraba una solución, la gente del casino no dejaría a su hermano en paz.
—Cuñada tercera, ¿por qué no hablas? ¿No eras muy capaz? No tenía idea de que pudieras ser tan elocuente hasta que lo vi con mis propios ojos estos últimos días. ¿Por qué estás callada ahora? ¿Te sientes culpable, eh? —La señora Liu era despiadada cuando tenía la ventaja.
