Han Yu miró la cálida y afectuosa escena de la madre y los niños riendo juntos, y su corazón se ablandó como un charco. De repente, un pensamiento cruzó por su mente: nada podía compararse a una familia estando junta de esta manera, feliz y armoniosa —las ambiciones profesionales no eran tan importantes después de todo.
Sin embargo, este pensamiento simplemente pasó por la mente de Han Yu sin afianzarse. La verdad era que él no podía realmente renunciar, pues construir una carrera y lograr cosas siempre había sido su deseo y creencia. Hablar de renunciar solo era posible después de haber logrado verdaderamente sus ambiciones, y el joven Han Yu aún tenía un ardiente deseo de reconocimiento y venganza por realizar.