Cuando los soldados estaban ayudando a salir a Su Wenyue, Han Yu ya había llegado en persona, apenas recuperando el aliento, lo que indicaba que se había apresurado a llegar. Al ver la palidez mortal en el rostro de Su Wenyue, se sobresaltó. Han Yu no arremetió inmediatamente contra los dos soldados ya que no había aclarado la situación. En su lugar, rápidamente tomó a Su Wenyue en sus brazos.
—¿Qué ha pasado aquí? —Han Yu exigió con una expresión sombría, su imponente aura causando que los dos soldados temblaran involuntariamente. Era un verdadero dios de la muerte, su presencia una clara señal de que no era alguien que pudieran permitirse provocar.