—¿De qué sirve lamentarse ahora? Sabes cómo es el Cuarto hijo y, aún así, sigues causando problemas. Cuando el afecto se haya ido y nuestro hijo ya no quiera tratar contigo, sabrás lo que es verdadero arrepentimiento —dijo el Anciano Han, algo molesto—. Después de un rato, viendo la expresión cada vez más arrepentida de la señora Yang y pensando que efectivamente no era correcto ignorar a esas dos chicas —pues todos sabían que habían sido ellas quienes las habían traído a la ciudad— si les pasaba algo, no sería fácil justificarse.
—Tú causaste este lío y como el Cuarto hijo no se va a ocupar de él, y ya es tarde hoy, saca algo de comida y que la Nuera Mayor encuentre una posada en la ciudad donde puedan quedarse. Mañana, contrata un carruaje para llevarlas de regreso —dijo el Anciano Han, dando una calada a su pipa.