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Ante las repetidas súplicas de Su Wenyue, y considerando que la condición de su nuera no había sido muy buena en estos días —con náuseas matutinas severas— Han Yu también pensó que visitar un templo podría proporcionar un mejor ambiente. Podría ayudar, pero solo era posible cuando él pudiera acompañarla al templo durante sus días libres. Después de todo, un templo no era como otros lugares; siempre llevaba paz y bendiciones.
Su Wenyue naturalmente no tenía objeciones. Se sentía bastante insegura en ese momento, y tener a Han Yu acompañándola al templo la haría sentir aún más segura.
—¡Esposo, eres tan amable! —Su Wenyue siempre era especialmente dulce con sus palabras cuando conseguía lo que quería, arrullando a Han Yu, quien ya se había acostumbrado al temperamento de su esposa.