El Maestro Cinco y su grupo se establecieron en la Aldea Taohua, tomando posesión de la mansión de Daohua; salían temprano y regresaban tarde todos los días, casi nunca eran vistos.
La vida en la Aldea Taohua seguía como siempre, con los aldeanos ajenos a su presencia.
Solo en la hora de la cena Daohua podía echar un vistazo al Maestro Cinco y a su compañía.
—Es hora de cenar —anunció Daohua.
Al ver llegar al Maestro Cinco y a sus acompañantes, los ojos de la Abuela Gu no pudieron evitar revelar un toque de alegría, mientras Daohua permanecía en silencio.
Ahora estaba segura de que su maestra, la Abuela Gu, y el Maestro Cinco se conocían entre sí.
—Viejos amigos...
El hecho de que su maestra y la Abuela Gu conocieran a personas que llevaban a cabo misiones secretas para el Emperador insinuaba que sus identidades pasadas estaban lejos de ser ordinarias.