Después de regalar los trece juegos de té vidriados, Daohua y sus compañeros se marcharon.
No había remedio. La mayoría de los vidriados eran solo para exhibición y no se vendían. Solo los clientes importantes que habían firmado órdenes considerables podían comprarlos. Aquellos que querían comprar una o dos piezas tenían que esperar hasta más tarde, cuando la Tienda de Vidrio de Xiangyang en la Ciudad Prefectura Ningmen abriera.
Todavía era temprano, así que todos comenzaron a pasear por las calles.
—Yo había querido comprar un juego de té vidriado para honrar a abuela, pero quién diría que sería un viaje perdido —dijo Dong Yuanyao con una mirada de decepción.
Daohua rió, —¿Cuál es el problema? Simplemente cómpralo cuando la Tienda de Cristales abra.
Dong Yuanyao respondió, —Pero, ¿quién sabe cuánto tardará en abrir la Tienda de Cristales en la capital provincial?
