El hombre no pudo evitar murmurar para sus adentros y, una vez más, echó un vistazo a la pancarta de bienvenida que tenía. Al segundo siguiente, la ocultó detrás de su espalda.
No era uno de esos espeluznantes y estúpidos fanáticos que acosan a los famosos.
Los pasajeros empezaron a salir poco a poco del aeropuerto, y aquellos que esperaban su llegada armaban todo un espectáculo con abrazos y lágrimas fluyendo libremente en una verdadera emoción.
Aburrido, el hombre dio una patada al suelo con su pie y luego vio aparecer un par de zapatillas blancas de mujer.
—Hola, ¿es usted el señor Zheng Anhe? —Una voz femenina clara y ligeramente fría lo siguió justo después.
Alzando la vista, vio que bajo la gorra de béisbol negra, solo un par de ojos algo fríos eran visibles; una mascarilla negra le cubría la mayor parte del rostro.
—... ¿Tang Shu? —La comprensión llegó tarde.
—Soy yo —Tang Shu asintió, confirmando su identidad después de que él pronunciara correctamente su nombre.
