Tang Shu vestía un suéter blanco esponjoso, combinado con pantalones casuales. Su cabello negro azabache estaba atado en una larga trenza que descansaba sobre su pecho, y en ese momento estaba completamente absorbida en un libro de historia.
Sus delicadas facciones se hacían más pronunciadas bajo la luz del sol, mientras que unas pocas varas de nube en un jarrón cerca de la ventana proyectaban sombras moteadas, añadiendo un toque de adorno.
En cierto momento, Jing Yu sintió como si estuviera contemplando la pintura de una dama de tiempos antiguos, impregnada de un aire de antigüedad.
¿Antigüedad?
Jing Yu se detuvo, sus ojos normalmente claros revelando un rastro de confusión. ¿Cómo podía estar percibiendo un aire de antigüedad?
Tang Shu, enfrente de él, pareció sentir una mirada diferente a la habitual y miró hacia la puerta con curiosidad.
—¿Cómo es que estás aquí? —Había pensado que quien vendría sería Tiantian.
Tang Shu dejó el libro y se puso de pie, dando unos pasos.