Tang Shu no apartó la mirada y hábilmente desprendió los pétalos del loto de nieve, uno a uno, los siete, y los colocó en una botella llena de poción.
Era como si hubiera ensayado esto innumerables veces, todo el proceso no tomó más de cinco segundos.
Sus movimientos eran ágiles y decisivos.
Esta escena captó la atención de Su Xiaochi, llenándola de dudas. Recordaba que los lotos de nieve habían estado extintos en la Tierra por miles de años y no existirían ahora si no fuera por la presencia de un río subterráneo.
—¿Por qué la Hermana Tang parecía realizar esta tarea a menudo? Sus acciones eran suaves y perfectas, simplemente impresionantes. —Su Xiaochi quedó hipnotizada por su técnica un momento antes de volver a la realidad y ordenar sus pensamientos.
—Mejor que no me estés tomando el pelo. Hace apenas unos días, estabas decidida a no cumplir —dijo.
Entonces, ¿por qué había cambiado de opinión? ¡Tenía tanta curiosidad!
Decidida a no cumplir...
—Tang Shu respondió impotente: