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—¡Oye, por una vez estás siendo cauteloso? —El anciano encontró la escena divertida.
Su nieto era bastante inconstante, su entusiasmo por cualquier cosa nunca duraba más de tres minutos; el viejo era consciente de eso.
¿Cómo es que parecía un chico cambiado hoy?
—Abuelo, te lo dije, es un tesoro, ¡no te engañaría! —Creo, muchacho, que probablemente te han tomado el pelo —respondió el abuelo.
¿Quién embalaría un tesoro en una caja de cartón rota?
Es tan obvio como los piojos en la cabeza de un monje.
En ese momento, toda la atención del niño estaba fijada en la caja de cartón, y ni siquiera tenía tiempo de resolver la confusión de su abuelo.
El viejo se sentó tranquilamente a un lado observándolo, dispuesto a disfrutar de la broma y a aprovechar la oportunidad para darle una lección, para enseñarle al niño una lección.
—Rasg
Con un sonido de desgarro, se retiró la cinta adhesiva y la caja de cartón se abrió de repente, revelando su contenido.