—Niña, ¿por qué trajiste tantas cosas? —dijo la Abuela Yang.
—Estas son para mostrar mi respeto por ustedes dos ancianos. No tenía la capacidad cuando estaba en la granja, pero ahora las cosas son diferentes; solo esperen y disfruten de las bendiciones —respondió Luo Qiao con una sonrisa.
—Está bien, estaremos esperando disfrutar de las bendiciones que Qiaoqiao trae —dijo Yang Jiancheng.
—Qiaoqiao todavía es una niña, ¿cómo puedes decir tal cosa? —dijo Feng Shumin, lanzando una mirada de reojo a su esposo.
Luo Qiao no se inmutó por su broma y sacó todo: había dos peces, dos pollos, dos conejos, aproximadamente seis o siete libras de panceta de cerdo y alrededor de dos libras de costillas.
En otra bolsa tejida había verduras frescas y en la última bolsa tejida había dos juegos de ropa y un ginseng de treinta años, junto con algunos dátiles rojos, frutas secas, alrededor de una docena de manzanas y peras.