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Una anciana vecina dijo:
—¡Qué pecado!
Zhao Pulin volvió a casa con el rostro oscurecido, ahora lleno de un odio rencoroso hacia Gao Suhua. Se sentía profundamente avergonzado, temiendo que por el resto de su vida, tanto él como sus hijas estarían sujetos a un chisme incesante y dedos acusadores.
Las buenas noticias rara vez se esparcen lejos; las malas noticias tienen alas. El incidente de la mañana ya había sido exagerado, pero lo que no anticipó fue que los eventos que acababan de desplegarse también se diseminaban rápidamente.
Cuando Zhang Jianjun llegó a la estación de policía de la comuna con Luo Haotian, Luo Qiao y los otros ya habían completado sus declaraciones. Al enterarse de las acciones de Gao Suhua, Luo Qiao propuso presentar una demanda.
Fue en ese momento que Luo Haotian entró buscando información acerca de Gao Suhua. Luo Qiao levantó la vista y vio a Zhang Jianjun, quien dijo:
—Luo Qiao, ¿no estabas en Ciudad Capital?
