—¡Qin Jian es realmente extraordinario! —Yan Huan no pudo evitar exclamar.
—¿Extraordinario? —Xiaomei se rió—. Lo más extraordinario está por venir. No sabes, ese día todos lo vieron, la chica cayó al suelo, justo en el camino del Comandante Qin, y él ni siquiera la miró. Simplemente caminó alrededor de ella.
—¡Caminó alrededor de ella! —Yan Huan quedó atónita un momento, luego estalló en una risa como campanas—. ¡Bien hecho! ¡Ella intentó seducir a Qin Jian! ¡Se lo buscó ella misma!
—¡Exactamente! —Xiaomei mordió una manzana y continuó—. Así que, Hermana Yan, ten cuidado de que la historia no se repita. Solo piensa, si tu padre no fuera el Comandante Adjunto, hoy podrías...
—¿Qué estás tratando de decir? —Yan Huan la miró fijamente, preguntando.
—Solo piensa, hasta una persona ciega podría ver que estás buscando excusas para acercarte al Comandante Qin, y más él mismo. ¡La próxima vez necesitas una mejor excusa, una que no sea tan obvia!
—Xiaomei.
—¿Hmm?