—Eso es fantástico, cuñada, ¡simplemente eres un talento! —exclamó An Hao emocionada, saltando para abrazar a Zhang Lanxiang.
—Zhang Lanxiang se sobresaltó por la entusiasta demostración de An Hao, seguida de su propia risa—. He vivido todos estos años y tú eres la primera en llamarme talentosa.
—Cuñada, ¡no solo te estoy halagando! Realmente eres increíble. ¿No se ha dado cuenta Zhang Jianguo?
—Él solo ha notado que mi comida no es sabrosa.
—Mientras las dos hablaban, la puerta se abrió desde afuera; Zhang Jianguo regresó, seguido por Qin Jian.
—Ni siquiera he entrado por la puerta y ya me están mencionando. ¿De qué me están acusando ahora? —dijo Zhang Jianguo con una sonrisa.
—¡Dónde he dicho algo malo de ti! ¡Te estaba elogiando! —dijo Zhang Lanxiang, aún sonriendo.
—Mientras esta pareja casada bromeaba, tan pronto como Qin Jian entró, notó la ropa que llevaba An Hao.
—Es cierto que la ropa hace al hombre, y las sillas al caballo.
