La observación de An Hao hizo que los aldeanos se dieran cuenta de su pie cojeando.
—An Hao, ¿qué te pasó aquí? —alguien le preguntó.
—Pueden preguntarle a mi madrastra y a mi hermanastra, ellas saben mejor que nadie —Bai Xue, que estaba haciendo un escándalo, de repente se quedó en silencio.
No se atrevía a enfrentarse a tanta gente; si sus vergonzosos actos se exponían delante de los aldeanos, perdería toda su dignidad.
Y si el asunto entre ella y Li Wangfu era revelado por An Hao, no solo An Shuchao no la perdonaría, sino que incluso la esposa de Li Wangfu, que era como una tigresa, no la dejaría en paz.
Las palabras de An Hao eran vagas, y aunque no las explicitó, hicieron que la gente se volviera más sospechosa.
Especialmente cuando se involucraban los nombres Li Wangfu y Yang Erdan.