Su Qingluo sacudió la cabeza:
—Las flautas no son una necesidad, y no mucha gente las usa. Cuantas menos, más preciosas son. Si producimos flautas en masa e inundamos el mercado, no solo no alcanzarán un buen precio, sino que también pueden quedar sin vender en nuestras manos.
—Entonces, ¿qué deberíamos hacer?
Li Xiu'e suspiró tristemente, sintiéndose incómoda:
—No quiero que la gente nos critique por enriquecernos solos sin tener un corazón bondadoso.
—Mamá, hiciste bien en escucharme.
Su Qingluo dijo, su pequeña cara seria y confiada.
—Cada familia tiene sus propias dificultades, y podemos ayudarlas tanto como podamos. No estamos obligados a sostenerlos. En cuanto a esas mujeres gruñonas, que chismeen. Mamá, no tienes que tomarlo a pecho.
—¿Es esa la única manera? —preguntó Li Xiu'e, todavía preocupada.
Su Qingluo asintió con seriedad:
—Esta es la forma más directa y eficiente de mejorar sus vidas lo más rápido posible.
—Está bien entonces.