—Ahora entiendo lo que quieres decir —dijo Su Qingluo—. El joven maestro del Emporio del Tesoro necesita perlas urgentemente. Se lo diré a Madre para que tenga una idea y pueda conseguir un buen precio.
En ese momento, Su Qingluo tenía solo cinco años. Era suficiente para ella escuchar acerca de las noticias secretas reales, pero los asuntos de estado estaban muy lejos de ella, así que no había necesidad de enredarse demasiado en ellos.
—Vale, iré a escuchar qué más han dicho. Si hay algo interesante, volveré y te lo contaré.
El chismoso Pequeño Martín Pescador inmediatamente cortó la conexión mental.
—Ay, este chico siempre va donde hay emoción —murmuró Su Qingluo—. Me pregunto de quién aprendió esta costumbre de escuchar a escondidas.
Su Qingluo contuvo sus pensamientos y abrazó al adormecido Pequeño Bebé que se balanceaba en el carruaje. Las comisuras de sus labios se curvaron ligeramente, revelando una sonrisa juguetona y superficial.
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