—Xuan'er, muy bien, encontraste todas las hierbas correctas.
Su Qingluo elogió generosamente:
—A partir de hoy, puedes aprender a tomar el pulso con tu hermana.
—¿De verdad? Eso es genial, hermana, siempre he querido aprender cómo hacerlo.
Los ojos del Pequeño Príncipe brillaron.
—Por supuesto que es cierto.
Su Qingluo sonrió cálidamente:
—Aquí, pon tu dedo en el pulso de tu hermana e intenta sentir su ritmo.
—Vale.
El Pequeño Príncipe estaba emocionado, frotándose las pequeñas manos, intentando localizar el pulso de su hermana.
—¿Sientes el pulso?
Su Qingluo le enseñó pacientemente.
—Sí.
El Pequeño Príncipe estudió seriamente.
—Intenta contar el número de latidos del pulso de uno a ochenta, luego detente.
Su Qingluo estaba muy satisfecha con su inteligencia.
—Uno, dos, tres... ochenta.
El Pequeño Príncipe se concentró y contó, su pequeño rostro serio.
Cuando terminó de contar hasta ochenta, Su Qingluo le enseñó sobre la frecuencia cardíaca.
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