Su Qingluo le quitó la capa al Pequeño Príncipe, le removió el sombrero, desató su bufanda y, sosteniéndolo mientras aún se tambaleaba en sus pies, lo colocó en la cama climatizada, coaxándolo suavemente.
—Sé bueno, Xuan'er, quédate adentro y compórtate. Hermana regresará después de barrer la nieve y te ayudará a practicar cómo caminar, ¿está bien?
—Hmm.
El Pequeño Príncipe asintió obedientemente, sus ojos brillantes resplandeciendo mientras la miraba con anhelo, —Hermana, regresa pronto.
—Está bien, después de que tu hermana ayude a madre a barrer la nieve en el patio, volveré enseguida.
Su Qingluo pellizcó cariñosamente las mejillas rosadas del Pequeño Príncipe y salió al exterior, levantando la cortina al salir.
—Woof woof woof.
Tres grandes perros grises eran muy inteligentes, cuidando a su compañero de juegos con el que habían crecido desde la infancia.