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—Huele delicioso. —Mo Qishen miró a su alrededor, localizando rápidamente un árbol de magnolia fuera de la ventana adornado con innumerables flores. El encantador aroma venía de allí.
—Pronto, Ni Yang trajo yodo y torundas.
—Justo cuando Mo Qishen estaba a punto de levantarse de la silla, Ni Yang pareció anticipar su acción y rió entre dientes —Puedes seguir sentado. Yo me encargo del resto.
—Está bien. —Mo Qishen sintió un calor inexplicable en sus orejas y asintió.
—Ni Yang se arrodilló y desabrochó su botón de metal, sus acciones eran suaves al aplicar el yodo en las profundas marcas de mordida.
—Mo Qishen se tensó, sin atreverse a moverse. Podía sentir claramente el calor de su aliento cubriendo su pecho.
—Era una sensación extraña.
—Hacía cosquillas.