Cuando terminó de hablar, Ni Yang se dio la vuelta y caminó hacia el río.
—¡Oye! ¿Qué estás haciendo? Al verla volver al río, el hombre se sobresaltó y agarró su muñeca. Con un tirón rápido, la atrajo hacia su abrazo. Una de sus manos sujetaba la de ella, mientras que la otra rodeaba su delgada y suave cintura. La sensación de su suavidad y calor en sus brazos lo dejó momentáneamente atónito.
Podía oler claramente el aroma único y limpio que emanaba de ella, como bambú pero no exactamente, mezclado con el ligero encanto de las orquídeas.
Era embriagador, muy parecido al encanto hipnotizante de una flor de amapola.
—Voy a recoger la trampa para pescar. ¡No malinterpretes! —Ni Yang recuperó rápidamente sus sentidos, inmediatamente retrocediendo a una distancia segura mientras explicaba.
—Ah, bueno, iré contigo. —el hombre tosió ligeramente.
Actuó como si Ni Yang pudiera lanzarse al río en el siguiente segundo.
Se consideraba un joven justo.