Aunque eran solo dos palabras simples, enfriaban el aire como hielo, esparciendo un frío miedo.
Xiaozhao ayudó cuidadosamente a Mo Baichuan a subir al asiento trasero, apenas atreviéndose a respirar, por temor a molestarlo involuntariamente otra vez.
—De vuelta a la Mansión Bo —instruyó Mo Baichuan, su voz profunda no traicionaba emoción alguna.
—Sí —respondió Xiaozhao temblorosamente, luego preguntó con cautela—, ¿qué pasa con... la Señorita Zhou?
No es que quisiera entrometerse, pero de otro modo, ¡no sabría cómo explicarle a la anciana cuando regresara!
La Señorita Zhou estaba en el café, esperando la llegada de Mo Baichuan...
¡En qué lío se ha convertido esto!
Mo Baichuan levantó ligeramente los ojos, y el espejo retrovisor reflejó una luz fría perturbadora.
Sobresaltado, Xiaozhao cerró la boca de golpe, sin atreverse a pronunciar otra palabra.
Pisando el acelerador, el coche salió disparado como una flecha.