—Entonces, ¿has conocido al señor Mog en persona? —continuó Zheng Lingling.
—Aunque no lo he conocido oficialmente todavía —sonrió Zheng Xianjing—, no es muy diferente de haberlo hecho. Estoy al tanto de secretos que otros no conocen. ¡El señor Mog tarde o temprano estará a mi merced!
Zheng Xianjing nunca había carecido de autoconfianza. Después de todo, era bella y provenía de una buena familia. ¿Quién en todo Pekín podría compararse con ella?
Zheng Lingling miró a Zheng Xianjing, su rostro lleno de sonrisas de satisfacción.
¡Ella era ambiciosa y aspiraba a la grandeza!
¡Esta era su hija, la hija de Lingling!
Comparada con un bueno para nada como Mo Qishen, ¿cómo podría él merecer a su preciosa hija?
—Mamá, no te entretengo más, me voy —dijo Zheng Xianjing girándose para irse.
—Espera —llamó Zheng Lingling nuevamente a Xianjing.
—¿Qué sucede, mamá? —Zheng Xianjing se volteó.
Zheng Lingling se tocó la cara: