Natalie se quedó paralizada, sus ojos abiertos, lágrimas brotando en las esquinas mientras el peso de las palabras de Avery la golpeaba. Intentó parpadear para alejarlas, pero el tormento grabado en su rostro hizo que Avery se arrepintiera de haber mencionado el pasado. No debería haber dicho nada. No ahora. No cuando Natalie ya estaba pasando por una mierda.
—¿Está… está enfermo, mamá? —La voz de Emily rompió el silencio en la habitación. La chica que había estado furiosa momentos antes ahora parecía pequeña, su bravuconería reemplazada por incertidumbre. Sus ojos se desplazaban nerviosamente entre su madre y Avery, buscando respuestas en un espacio donde no las había.