Sophia parpadeó con una incredulidad atónita, su mente girando en shock. Sus uñas se clavaron en el reposabrazos de la silla, con los nudillos tornándose blancos. Hoy se suponía que sería su día—cuando todo finalmente saldría como ella quería. Pero en cambio, sentía como si el universo hubiera conspirado en su contra.
—¿Me desperté del lado equivocado de la cama hoy? —murmuró Sophia para sus adentros, las palabras apenas audibles. Pero la tensión en el aire era tan densa, que todos en la habitación la percibieron.
El ceño de William se frunció, su acostumbrada calma desvaneciéndose por un momento. Miraba entre Sophia y Annabelle, deteniendo su mirada en Evelyn un latido más de lo normal. La duda cruzó por su rostro—como si creyera las palabras del niño por un instante.
Pero antes de que pudiera reflexionar más, Sophia rápidamente inició su espectáculo de damisela en apuros. Las lágrimas se acumularon en sus ojos, la perfecta arma en su arsenal.