—¿Puedo? —La suave voz de Zevian, casi un susurro, devolvió a Evelyn a la realidad. Su corazón se agitó, dándose cuenta de que él estaba pidiendo permiso, una mezcla de ansiedad y anticipación le apretaba el pecho. Ella asintió ligeramente, desviando la mirada para ocultar su rubor.
Los ojos de Zevian destellaron con vacilación mientras sostenía su mejilla, la suave caricia de su pulgar enviaba un escalofrío por la espina dorsal de Evelyn. Por más que quería besarla, no quería apresurar el proceso. Tomarlo con calma y reclamarla sólo cuando estuviera absolutamente lista sonaba razonable. Pero el momento lo exigía, y decidió dar un ligero piquito.
Reuniendo su valor, Zevian se inclinó y capturó sus labios. El aliento de Evelyn se entrecortó, una oleada de electricidad radiaba a través de ella, extendiéndose desde sus labios hasta cada rincón de su cuerpo. Sus ojos instintivamente se cerraron, y sin pensarlo, se inclinó más cerca y le devolvió el beso.