Mientras Wang Zhenguo y Lu Zhiyuan conversaban, Feng Qingxue regresó a casa para enfrentarse a un desorden total.
Las puertas y ventanas estaban completamente abiertas, y había un desorden esparcido por toda la casa.
Los muebles hechos por Fen Erhu y su hijo, como armarios, mesas y palanganas, habían desaparecido; solo quedaba una cama individual y algunos libros de texto que no había guardado en su espacio. Incluso la cama estaba vacía, no quedaban colchas, y la ropa de repuesto de las hermanas también faltaba.
Feng Qingyun, vestida solo en ropa interior, yacía en una esquina, temblando de frío, con la frente sangrando y su vida pendiendo de un hilo.
—¡Qingyun! —Asustada, Feng Qingxue dejó a un lado una gran bolsa que llevaba y corrió hacia su hermana, comprobando cuidadosamente si respiraba.