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Feng Qingxue extendió su mano, invitando a la anciana a hablar primero. La anciana no se negó y dijo con franqueza —Mi querida, eres una buena chica, no te lo ocultaré. Mi familia lo está pasando mal estos días. Los escasos cuarenta o cincuenta yuanes que hemos reunido es por lo que estoy aquí. Por favor, ve cuánto grano puedo comprar con esto. Necesitamos tanto grano fino como grueso, ya que toda nuestra familia depende de estos granos de alto precio para sobrevivir.
Al escuchar a la anciana, el corazón de Feng Qingxue se afligió.
Ella respetaba y compadecía a la gente de esta época, ya que sus abuelos también vivían en estos tiempos.
—Señora, seamos honestos —dijo Qingxue—. No estoy considerando el precio de mercado del grano ya que no tengo balanza para pesar. Por lo tanto, te voy a dar todo el grano que tengo, por el dinero que tienes.
Feng Qingxue abrió su bolso, revelando dos bolsas de grano dentro.