Sintiendo el suave toque en sus labios y ráfagas de un ligero aroma femenino en sus fosas nasales, Lu Jiang estaba exultante de felicidad. Deseaba que la mano de Feng Qingxue se quedara más tiempo sobre su boca. Desafortunadamente, ella retiró su mano después de notar sus labios agrietados y fue a buscarle algo de agua.
La mirada de Lu Jiang seguía a Feng Qingxue, sin parpadear ni una sola vez.
—Toma un poco de agua —dijo Feng Qingxue inclinando suavemente la jarra de esmalte hacia sus labios, observándolo dar varios sorbos grandes.
—Qingxue, no solo te ocupes de mí, siéntate y descansa un poco. Toma algo de agua y una manzana. Debes estar cansada después del viaje —Lu Jiang ya no tenía sed, pero se volvía más hablador—. ¿Cuándo llegaste? Ni siquiera me avisaste. ¿Quién te contó sobre mi lesión? ¿Fue el Capitán Zhao o el Hermano Ouyang? ¿Tomó medio mes en tren?
Feng Qingxue se sentó en la silla junto a la cama —Tienes tantas preguntas, ¿cuál debería responder primero?
