Aunque Feng Qingxue estaba preocupada por la herida de Lu Jiang, tener compañía ofrecía cierto alivio. Con risas y humor, el viaje no resultaba solitario. Al bajar Wang Cuilan y Lu Aihong en sus respectivas estaciones, llegó el momento de que ella se preparara para bajar.
El día que tenía que bajarse del tren, primero visitó el baño para refrescarse.
Se arregló, se lavó las manos y la cara, se aplicó hidratante sin fragancia, sin embargo, no se maquilló.
No sabía si vería a los camaradas de Lu Jiang, pero no quería avergonzarlo.
Su radiante belleza asombró a los pasajeros del vagón, iluminando la oscuridad como una flor brillante.
Feng Qingxue fingió ignorancia, concentrándose en empacar su equipaje.
A pesar de la falta de comida en sus bolsas en el tren, había traído dos grandes maletas.