Gu Yundong lo miró. Zhao Zhu era bastante corpulento, completamente diferente de la delgada y débil apariencia de Gousheng.
Gu Yundong no anduvo con rodeos. —Como a tu hijo lo atrapé robando en mi propiedad, es sencillo. Cada uno pagará cinco taeles de plata, y los dejaré ir.
Zhao Zhu frunció el ceño. Hu Qianlai ya había maldecido en voz alta —Ni lo sueñes. Que tú puedas arrebatar cinco taeles de plata. No te daré ni un solo cobre. Padre de Gousheng, ¿por qué estás hablando tonterías con ella? Ataquemos juntos. Eres fuerte. ¿Puede una niñita como ella vencernos a todos al mismo tiempo?
Los labios de Zhao Zhu se tensaron, pero Gu Yundong sonrió a Hu Qianlai. —Creo que has olvidado quién soy.
A medida que hablaba, miró a su alrededor. Estas palabras no estaban dirigidas a Hu Qianlai y los demás, sino a todos en el pueblo.