—¿Qué dices tú? —preguntó el asesor privado a Gu Yundong.
—Nunca he salido de la casa —se encogió de hombros Gu Yundong.
—Incluso si nunca has salido de la casa, podrías pedirle a alguien más que lo haga —Yu Youwei la miró con enojo.
—¿Quién?
—Los mendigos de la ciudad. El camarero de la Posada Fulong te vio salir después de que regresaste con sus propios ojos y buscar a los mendigos afuera. También te vio darles plata. Si no les ordenaste que prendieran fuego, ¿qué más podría ser? —Yu Youwei resopló.
—Traigan al camarero de la Posada Fulong a la sala —dijo el asistente.
—Estaba lejos en ese momento y no vi si ella estaba dando dinero, pero cuando esos mendigos pasaron por mi lado, los vi mordiendo felices la plata —respondió el camarero, como si fuera Yu Youwei.
—¿Qué más tienes que decir? —miró Yu Youwei a Gu Yundong.
—Ah, ¿dónde están los mendigos?