Clase 11- Bachillerato en Ciencias y Humanidades, escuela Rodrigo Verón
A mediados de febrero, se encontraba un joven en medio de su salón, comiendo tranquilamente su almuerzo traído de la cafetería. Un recreo normal se susitaba, era costumbre ya está rutina, apenas la campana tocaba el se encontraba ya saliendo por la puerta a comprar un taco y un jugo natural de nance, total 30 Lps que dejaban 20 Lps de sus 50 totales que recibía cada día para su merienda. El contaba bien este dinero, debía tener siempre 20 libres para su sandwich de helado que era su acompañante de la salida de colegio. Su nombre es Arturo Samsa, un joven de 16 años, quien de tez blanca y ojos cafés, de look promedio se encontraba en su situación preferida. Desde su niñez su apatía se daba a destacar, el siempre miraba a los demás jugar y se apartaba en su mundo, ahora su situación era la misma. El bachillerato en el colegio le tomo como cualquier cosa, nunca ha pensado en cambiar sus maneras, aunque por lógica, de su pecho siempre se daba esta sensación extraña de anhelo cuando en su camino, miraba a los amigos y compañeros pasar tiempo riendo y compartiendo lazos. El no sabía que la vida es extraña en sus maneras, por lo que sin saberlo, su vida pacífica y ordenada hacia su aislamiento sería rota en pedazos por varios individuos que harán mella en ese frío y dejado corazón, y todo empezó ese mismo febrero.
La situación era extraña, Arturo estaba sentado pero la incomodidad había pasado lo que el podía aguantar. El recreo estaba por terminar pero desde el inicio una parejita de compañeros estaba luchando con locura a solo dos sillas de el. "¡Es tu culpa! ¿Nunca me dices nada solo porque tienes más fe en tus amiguitas que en tu propio novio?" "¡Ya te dije que no! Yo confío en ti pero hay cosas que simplemente ni a mí propia madre le podría decir…además tu también tienes secretos que no me cuentas, no me heches la culpa solo por ser reservada" "¿Sabes que? Guardate tus secretos entonces, pero no creas que a mí me importará que me guardas, tu y yo terminamos ahora". Así el joven se retiró a pasos largos del salón, la chica solo hizo un matiz de seguirlo pero se detuvo en seco, así pues solo se quedó al filo de su casillero diciendo cosas para si misma. Por mientras Arturo estaba incómodo como nunca, sin querer había visto una ruptura, el joven de otra clase se llamaba Samuel mientras que la chica llamada Camelia, una joven de hermoso rostro y pelo color como naranja, ellos dos solían pasar el recreo en el aula abrazándose entre si con frases pegajosas, desde el año pasado en noviembre su relación empezó y apenas duro hasta ahora. No es que Arturo fuera chismoso, que un poco si, pero era obligado a escuchar sus luchas desde ese noviembre. Camelia volteo de manera rápida hacia Arturo quien al saber que ella lo miraría a los ojos, se hizo la vista directo a su libro de matemática, pero eso no sirvió, en segundos ya estaba ella en frente de el. "Escuchaste todo verdad" "Si…" "¡Entonces sabes que yo tengo razón, es su maldita culpa, lo amo mucho pero suele tener unas actitudes celosas y tontas, esa cena con sus padres se hecho a perder por qué sus escenitas de celos llegaron hasta ahí!". Arturo estaba asistiendo a cada frase, lo cierto es que con su mano en su celular revisaba a reojo cada minuto para que sonara la campana. -Si…Aja…claro- eran sus respuestas predeterminadas, la chica se sentó al frente y no dejó de hablar. Por suerte, justo cuando el sudor lo llenaba, la campana sonó fuerte y reluciente haciendo que la chica con un saludo de despedida se moviera a su asiento, mientras como boxeador cayendo en el round 10, Arturo itse tiró rendido a su libro, el profesor René quien entraba por la puerta se sorprendio -Quien lo diria,¿Estuviste jugando futbol Arturo?-.
Samsa no se pudo concentrar en sus clases, que demonios, Camelia era conocida en el aula como una belleza que era codiciada, el afortunado Samuel de tercer año era su pareja, si estos terminaban y ella lo usaba de hombro en el cual llorar, muchos rumores se esparcirian, por lo que debía pensar bien sus movimientos para que su paz en el colegio se mantuviera. -Nah, lo estoy sobre pensando de seguro no pasará nada, ella se olvidará del tema y yo podré seguir mi vida normal…¿Verdad?¿Verdad?-. Era hora de irse, con su mochila el estaba ya en la cafetería esperando su sandwich, estaba aliviado, podía irse a su casa tranquilo.
De camino a la salida, en una de las mesas de la cafetería se encontraba una chica peliazul que golpeaba la mesa con su mano llena de panfletos. Samsa recordó que ahora en el colegio habían implementado clubs, que eran dirigidos por maestros en un intento de mejorar las conexiones de los alumnos. Por lo que ahora miraba peticiones o clubes buscando miembros, de seguro la chica buscaba personas para su club. Pero él no estaba interesado, no era obligatorio y aunque los puntos extras sonaban bien, el hecho de pasar más tiempo en el colegio del que ameritaba no era para nada de su agrado. Mientras divagaba en sus ideas, Samsa pasó al lado de esta chica quien como si de un depredador se tratase, se levantó con mirada fija hacia Samsa, dió pasos largos hacia él y lo tomó de su corbata. -Oye, ¿No quieres ser parte de un viaje hacia el centro cultural de "..."?, está lejos, pero de seguro disfrutarás con toda el alma, no te mentire, el viaje lleva tiempo y necesitarás permiso y si no consigo otro participante para ser 40 al final del día éste será cancelado, nadie quiere participar, no es por ponerte presión, pero, por favor acepta-.
Su tono de voz era triste y ansioso, sus ojos apunto de llorar. Arturo Samsa entonces pensó, durante no más de medio segundo y dijo con voz calmada una respuesta que él sabía bien, era necesaria. -No gracias, bye- así procedió a darse la vuelta, pero la peli azul se interpuso, -Vamos, ayúdame, haré lo que sea por ti si vas-, -¿Lo que sea?-, ella se puso recta y con el puño en el corazón -Lo que sea-. Entonces a Samsa "Se le prendió el foco", podía matar dos pájaros de un tiro. Así cuando las clases de los chicos de la tarde empezaron, en la cafetería se encontraban tres chicos. Una peliazul, una peli anaranjado y un Samsa, -Entonces eso es, son 4 días y no habrá problemas con el colegio pues es una excursión academica, además tendrás puntos extras, el viaje es pasado mañana por lo que será mejor que te vayas preparando-, -Todo con tal de sacarme a ese tonto de mi cabeza…-, -Gracias…eh ¿Samsa verdad?, de seguro te pagaré este favor-, -Igual yo, realmente necesitaba esto, desconectarme, si no fuera porque me encontraste en la salida nunca hubiera sabido de este viaje-, -Okey-.
Los siguientes días Samsa los paso de manera que su agenda lo dictaba, la rutina se repitió por tres días. El cuarto día, justo en medio de su ida a la cafetería, vio como una chica pequeña de estatura, piel morena y cabello rojo se paraba enfrente del aula con varios panfletos apilados en sus manos. -¡Hellou!, ¿Te gustaría ser parte del club de break dance? Hacemos prácticas todos los jueves y viernes después de las 2 en el segundo piso de informática, hechale un vistazo y me avisas si quieres entrar…¡Byee!-.
La chica era de primer año por el buso de gimnasia que llevaba medio abierto, el panfleto tenía varios colores llamativos y una fuente de esas que son reservadas para los más locos usos. De seguro a alguien se le hará interesante y entrara, desde las olimpiadas recientes, este deporte ha crecido bastante, quiza si no fuera por qué es Samsa, el hubiera querido entrar enseguida.
Al siguiente día, Camelia volvió, pero con un corte de cabello, dejándolo corto hasta los hombros y con una flor en su vincha. Los chicos rumorearon durante los días pasados que la parejita feliz de Samuel y Camelia habían roto definitivamente, cosa interesante. Apenas entro al aula, los varones rumearon para si de la emoción, ahora cualquiera de ellos tenía la oportunidad de estar con semejante belleza. Apenas entro se colocó en su escritorio y a paso lento se acercó a Samsa hasta estar al lado para susurrarle al oído tapando su boca con la mano. -Muchas gracias por el viaje, aparte…eres un grosero, ¡Ni me saludaste al entrar, por eso no eres popular entre las chicas!- Lo último lo dijo de una manera que el susurro parecía grito de regaño. Samsa estaba más fijo en la mirada de los demás varones que ya lo habían puesto en la mira, escucho que algunos lo llamaban un cuervo, un zopilote, un carroñero, ¿Cómo el habla con tanta normalidad a Camelia?, entre otras palabras con seguro tono rencoroso. Ella se retiró con un "mmhn", enojada con un lindo puchero, Arturo estaba a salvó, seguro esto fue cosa de una sola conversación, ya dió su gracias por lo del viaje, ahora ya no tenía razón de seguir hablando con el. Mientras saboreaba su deslindamiento de Camelia, un golpe sonó desde la ventana del aula, así pues, pegando su mejilla en la ventana, la chica de pelo azul buscaba la atención de nadie menos que Samsa.
-Sabes que la puerta está literalmente aya, atrás de mi-, -¡Oh!, cierto, no la vi desde aquí, ¡Cómo sea!, gracias por ayudarme con lo del viaje, Camelia es una linda chica que estuvo atenta y feliz todo el viaje, si tienes algo que pedir ¡Estoy dispuesta a cumplir cualquiera de tus deseos!-,
-¡Baja tu tono voz!- Samsa miro a su alrededor, los chicos y chicas del aula miraban sorprendidos la situación. En un segundo apareció Camelia -¡Andrea! ¿Cómo estás?-, -¡Genial!, estaba por aquí, viendo que favor él me pedirá, incluso si es uno lascivo yo estaré dispuesta a honrar mi palabra-, Camelia miro con desprecio a Samsa, -Te creí mejor…-, -No saques conclusiones tan rápido…como sea, por ahora no necesito que me hagas un favor-.
Samsa en realidad preferiría pedirle que ya no le hable más, pero el sabía bien que ella era una persona importante. Pertenecía a nada más ni nada menos que al consejo estudiantil, era la secretaria Andrea Garza, de eso podía sacarle provecho en algún momento.
Las clases empezaron de nuevo, y es hora de recalcar, que Arturo, siempre sacaba buenas notas pero no era el número 1 de su clase, por qué no le veía sentido. Sería más responsabilidad para alguien que no la desea, era promedio en todo, desde sus habilidades expositivas hasta su ingenio, pero esto era solo por propia comodidad, el odiaba que otras personas dependieran de él, por lo que haciéndose pasar como alguien diligente pero poco sensato, su persona se enmascaraba para su propia rutina cotidiana sin relajos.
-Muy bien jóvenes, yo como su maestro guía estoy encargado de darles un mensaje de dirección, los clubes ahora serán mas importantes que nunca, por lo cual, cualquiera que esté en un club recibirá 10 puntos extras de los 100 totales en mi materia y las demas, ¿Algo necesario no? Mitad de ustedes están reprobados en Física, si yo soy sincero es una pavada eso de los clubes, pero bueno…quién soy yo para contradecir a la directora-. Un jubiló llegó a todos, con esos puntos podían pasar raspando está vez, el año pasado Física había sido el infierno para todos, incluso Arturo debía hacer un esfuerzo sobrehumano para sacar más de un 80, pues está clase siempre hacia bajar su promedio.
Debía ahora encontrar un club sencillo del cual las actividades no fueran tan severas y su tiempo ahí fuera a lo mucho pasable, así decidió revisar de uno en uno. Los clubes atléticos estaban descartados completamente, así también pronto fueron el de arte, cultura, matemáticas (Por ser muy exigente), de economías, de literatura, de observación de aves entre muchos otros hasta que solo quedo uno. En la segunda aula por el edificio 3, se encontraba el laboratorio de química 2, estaba rodeada la entrada por flores, dadas por agroindustria que sus instalaciones estaban cerca. Era sorprendente las decoraciones que tenía el laboratorio, con algunas plantas aquí y haya, al entrar vio al fondo del aula, una chica de pelo verde amarilloso, con su bata blanca estaba firmando unos papeles. El entro y pregunto -Disculpa, ¿aceptan miembros?-, ella lo miró confundida en, -¿Miembros?-, si, según el directorio de consejería, esta es la sede del club de Química-, -Supongo que si, ¿Porqué querrías entrar de todos modos?-, -¿Porqué no? Digo, la química es interesante-. Ella se levantó, se estiró para luego ajustar sus gafas, -De acuerdo, pero ten en cuenta esto, el club apenas tiene 4 miembros, y necesitamos 6, tu, otros dos y yo por lo que si no conseguimos otros dos miembros nos podrán cerrar operaciones, aunque ni se que operaciones, apenas y h algo durante las dos horas que estamos aquí, nos restringen mucho lo que podemos hacer con las herramientas del laboratorio-. Samsa tuvo que esconder su sonrisa, era perfecto, un club en el cual no debía hacer nada regularmente, podia usar las dos horas para estudiar o hacer tareas, solo necesitaba dos miembros más, podía conseguir alguno de los vagos del salón para esto o mejor aún…
-Eres la presidenta ¿Verdad?-, -Cerca, soy la vicepresidenta Daniela Fermín-, -Oh, como…-, -Si, como el inventor, como sea, dame tu nombre y te inscribire ahora mismo-, -Claro, soy Arturo Samsa-, -Bueno, bienvenido al bote, la presidenta no tardara en volver-, -De hecho…ya vuelvo-.
Entonces Arturo se apresuró en una carrera en busca de dos miembros, el sabía bien lo que implicaría. Su rutina diaria se vería afectada, pero lo valía, los 10 puntos valían la pena, si de todos modos lo hiban a molestar todos los días como profetizaba la escena de esa mañana, lo harían bajo sus condiciones, en un entorno en el que él decidió.
Mientras a pasos rápidos recorría su colegio hacia la salida y a la vez entrada, sintió que está decisión sería muy importante pero no comprendía el porque. Ahí las diviso, un cabello azul que hacía reflejos celestes en el ambiente que hacían contraste con los dorados brillos del cabello corto y decorado por una vincha con una flor de tela. Ambas par a la par, hablando y sonriendo entre si, hasta que ambas voltearon, se sorprendían de verlo ahí, sin aliento y luchando por mantenerse de pie, el joven Arturo que apenas tuvo la oportunidad de hilar oración les dijo -Necesito…un…favor…-.