Con los ojos fijos en las inquietantes sombras y luces que parpadeaban bajo la puerta, Ethan tensó los músculos y aferró con fuerza la M1911 en su mano, sintiendo el frío del metal. Cada fibra de su cuerpo estaba lista, aguardando.
La manija de la puerta crujió, girando con una lentitud, la puerta cedió y comenzó a abrirse lentamente, y un hombre imponente llenó el marco de la puerta. Vestido con una túnica negra como los otros soldados de Rabbit que había asesinado anteriormente, por lo que parecencia que estos malditos no conocían otro disfraz.
Ethan no titubeó, el cañón de su pistola estaba alineado con precisión mortal sobre justo sobre el punto muerto de la puerta, el sujeto sintió un escalofrío recorrer su cuerpo, giro su cabeza con una expresión feroz, misma que se desmoronó al ver la oscura boca del arma apuntándole a la cara.
Tres disparos rompieron el silencio con un estruendo ahogado. La bala, rápida y certera, atravesó el globo ocular del hombre antes de que pudiera siquiera parpadear.
—Puff, puff, puff.— Tres nubes de niebla de sangre explotaron de su cabeza antes de que cayera al suelo.
Un segundo después, su cuerpo cayó pesadamente, dejando tras de sí un eco sordo y un charco que comenzaba a extenderse sobre el suelo.
—Vámonos, debemos salir de aquí rápido. No sabemos cuantos de estos tipos sigan pro aquí.—ordenó Ethan mientras le quitaba el equipo médico a Job y lo ayudaba a salir por la puerta.
Justo cuando estaban cerca de la salida, unos pasos volvieron a sonar afuera.
—Shit —murmuró Job, deteniéndose. Ethan levantó su pistola y apuntó hacia la puerta.
Los pasos se detuvieron, y pronto se escuchó una voz baja:
—¿Eres tu Ethan?
Al reconocer la voz de Hood, ambos suspiraron aliviados. Job respondió rápidamente:
—Somos nosotros, tengo a Job.
—Job, te ves de la mierda—dijo Hood, quien apareció en la puerta. Al ver que Job estaba bien, sonrió y bajó el cañón de su arma. Job solo movió su mano sacándole el dedo medio.
Hood apoyó a Job tomándolo por debajo su brazo, mientras Ethan abrió el camino al frente.
—Tenemos que salir de aquí rápido, ya deben haber llamado a la policía y en unos minutos este lugar estará rodeado de agentes.
Todos caminaban por un pasillo angosto para encontrar las escaleras de emergencia, al final del are rápidamente una puerta puerta divisoria del frente, comenzaron a aparecer figuras por las ventanas. Ethan, con su aguda mirada, noto rápidamente a otros de los hombres de Rabbit vestido como otro padre y un arma en la mano. De inmediato apunto su pistola y disparó, vaciando todo el cargador en un segundo.
El vidrio de la puerta de madera estallaron en pedazos, y las balas disparadas desde el otro lado hicieron que astillas de madera volaran por todas partes. Al instante, la puerta acumuló varios agujeros de bala.
—¡Atrás, yo los cubro!—ordenó Ethan mientras lanzaba la M1911 al suelo. Rápidamente sacó una metralleta Uzi de debajo de su abrigo y la sostuvo con ambas manos. Hood asintió, ayudó a Job a girarse y corrió hacia el otro extremo del pasillo.
Mientras retrocedía paso a paso, Ethan disparó hacia los agujeros de bala en la puerta divisoria. La metralla de las balas mantenía a raya a los oponentes. El pesado sonido de un objeto cayendo al suelo indicó que al menos uno había sido abatido.
Llegaron al otro extremo del pasillo, pero al doblar la esquina se encontraron con otro intenso tiroteo. En ese instante, vieron a Carrie acurrucada en una esquina, siendo reprimida por tres hombres armados, justo a lado de la estación de enfermeras.
Las balas silbaban como avispas furiosas, arrancando trozos de cemento de las paredes y dejando una nube de polvo en el aire. Carrie, acorralada, apenas podía cubrirse la cabeza con ambas manos, inmóvil, incapaz de reaccionar ante la lluvia de balas.
Ethan irrumpió con una ferocidad implacable, moviéndose con la precisión, alzando la Uzi en sus manos y el arma rugió cuando apretó el gatillo.
—Ta-ta-ta-ta.
El eco de los disparos llenó el pasillo, mientras Hood, se movió tambien con su M1911 y comenzó a disparar mientras se movía hacia Carrie.
Los tres hombres que rodeaban a Carrie se quedaron petrificados por la emboscada. El primero cayó al instante, su cuerpo derrumbándose con un disparo certero de Hood. Los otros dos apenas tuvieron tiempo de alzar sus armas en contra de Ethan, antes de el fusil los atravesara, convirtiéndolos en un amasijo inerte.
Detrás de ellos, el cristal de la sala estalló en una lluvia de fragmentos afilados, reflejando por un instante las luces intermitentes de la destrucción. La escena quedó envuelta en un silencio tenso, roto solo por los jadeos de Carrie y el eco de los últimos disparos.
La estación de enfermeras se convirtió en un campo de batalla, los asquillos de bala cubrían el suelo junto a Ethan, mientras el sonido de los disparos cesaba y los últimos enemigos caían hacia atrás.
En el caos, el leve sonido de las sirenas de la policía se escuchó a lo lejos, una señal que, debían salir ahora mismo de ese lugar.
Ethan corrió hacia un lado y golpeó el botón rojo de alarma de incendio con la culata de su arma. Una alarma penetrante resonó en todo el edificio, creando pánico en todo el hospital. Pronto la gente gente comenzó a desalojar el edificio, y en el caos aprovecharon para escapar antes de que la policía los encontrara.
Poco después, los cuatro llegaron al estacionamiento subterráneo donde Hood había dejado la camioneta. Sin perder tiempo, subieron al vehículo. Hood tomó el volante y, siguiendo las indicaciones de Job, condujo a toda velocidad hacia la casa segura más cercana.
En la casa segura, Job se desplomó en el sofá con la ayuda de Carrie, su rostro tenso por el dolor y el agotamiento. Ethan, por su parte, se quitó con cuidado la venda improvisada que cubría la herida de varios centímetros en su cabeza.
En el baño, Ethan encontró un botiquín y se dispuso a limpiarse la herida. La tela empapada de sangre quedó a un lado mientras inspeccionaba el corte, que ya comenzaba a mostrar signos de una sanación anormalmente rápida. Consciente de que esto podría levantar sospechas, tomó una gasa limpia del botiquín y la aseguró con cinta adhesiva médica, cubriendo cuidadosamente la lesión. Al terminar, se miró en el espejo, asegurándose de que el vendaje ocultara cualquier indicio de su recuperación acelerada antes de salir del baño con una expresión neutral.
Caminó hacia una vitrina, sacó una botella de Whisky, desenroscó la tapa y bebió un largo trago, la tensión se iba disipando poco a poco, y la adrenalina aun lo mantenía alerta,
Hood miraba por la ventana hacia la calle. Tras unos momentos sin notar movimientos sospechosos, preguntó:
—Muy bien nadie nos siguió hasta aqui, ahora ¿puedes decirnos que carajos qué te pasó?
—Me tendieron una trampa —respondía Job, tocándose la cabeza mientras intentaba aclarar sus pensamientos—. ¿No dijiste que Racine está muerto? Asi que me infinltre en el FBI para buscar los expedientes del caso de Rabbit, tal ves habia encontrado algo que nosotros no..
—Espera, ¿Racine está muerto? —interrumpió Ethan, mirando a Hood.
Hood asintió.
—El día que Carrie salió de prisión, Racine trató de seguirla para localizar a Rabbit, pero un asesino enviado por él lo mató.
—Shit, pobre tipo. Le debía un favor.—maldijo Ethan en voz baja.
—¿Qué pasa? —preguntó Job con curiosidad. —¿Qué tenía Racine que ver contigo?
Ethan sacó una cajetilla de cigarros y, tras mirarla un instante, respondió:
—Nada en especial, hace un tiempo me ayudo a salir de un aprieto, y tambien una vez quiso reclutarme para el FBI, pero lo rechacé.
—Con tus habilidades, es normal que quisiera reclutarte.—. Job se rascó la cabeza y continuó:
—En resumen, encontré un dato en la información recopilada por Racine, algo que incluso yo ignoraba, hasta incluso tu no sabe de el.—
Carly interrumpió:
—Sólo ve al grano Job.
—Está bien— Job puso los ojos en blanco. — Al parecer el Agente Racine descubrió que Rabbit tiene un hermano mayor, es sacerdote en una iglesia en Nueva York, asi que fui a ahi queriendo encontrar algún rastro. Inesperadamente, encontré a Rabbit escondido en el sótano de la iglesia.
Mientras tanto en Banshee, Rebecca estaba sentada sola en los escalones de entrada de la casa de Kai Proctor, llevaba un tiempo alli esperando al asistente de su tio, justo cuando las luces de un coche atravesaron la entrada de la casa Rebecca se levanto para recibirlo.
Burton detuvo el coche y cargó con una pesada bolsa de lona negra.
Rebecca se levantó rápidamente y preguntó, ansiosa:
—¿Qué averiguaste?
Burton se ajustó las gafas antes de responder:
—Alex, no se ha movido del casino, en los últimos dias. Mientras este en la reserva no podre acercarme a el.
Rebecca respiró hondo, sintiendo cómo la rabia y la impotencia se apoderaban de ella, debía hacer algo para ayudar a su tio.
—Cualquier oportunidad que necesites, la crearé para ti.
Burton bajó la mano, desconcertado. Sus ojos se clavaron en el rostro firme de Rebecca, cuyo semblante irradiaba determinación. Tras unos instantes de silencio cargado, él asintió lentamente.
Diez minutos más tarde, Rebecca se dirigió al el Casino Kinaho, para buscar a Alex, al llegar no salió del auto, si no que hizo una señal al personal de seguridad que estaba apostado ala entrada, después una charla corta, los guardias se retiraron.
Poco después, Alex salió del casino con una sonrisa satisfecha, escoltado por varios guardaespaldas.
La respiración de Alex se volvió más pesada al notar a Rebecca. Ella llevaba un vestido blanco que resaltaba su apariencia pura y encantadora. Detuvo a sus guardaespaldas y caminó solo hacia el lado del pasajero para abrir la puerta del coche y entrar en el.
—Sabía que lo que tengo para ofrecerte te interesaría, Alex —le dijo Rebecca, esbozando una sonrisa enigmática.
Rebecca se alisó el cabello con las manos, lanzó una mirada suave y tierna antes de clavarla en él, con los ojos brillando con intensidad.
—¿Cómo sé si lo que me dijiste es verdad?
Alex arqueó una ceja y respondió:
—¿A qué te refieres?
Rebecca inclinó la cabeza, evaluándolo.
—Me dijiste que si me unía a ti, tendría acceso a cosas que nunca podría conseguir con mi tío Kai. ¿Aun este en pie esa oferta.?
—Por supuesto, la oferta sigue en pie —respondió Alex, con una sonrisa tranquila. Metió la mano en su bolsillo y sacó un collar de diamantes que brillaba con intensidad. —Últimamente he estado pensando en ti, y creo que esto se verá aún más hermoso en ti.
En el momento en que Rebecca vio el collar, sus ojos se iluminaron.
Alex abrió el collar con satisfacción y dijo con una sonrisa:
—Este es mi regalo para ti, si no te importa.
Rebecca vaciló un momento y luego se apartó su cabello, exponiendo su cuello.
Mientras miraba su esbelto cuello y el escote blanco, Alex resistió el impulso y la ayudó a ponerse el collar de diamantes.
Los dedos de Alex siguieron la línea de su piel y se deslizaron hacia abajo, sintiendo el maravilloso tacto de su suave piel. Rebecca rozó los labios contra su frente y Alex, incapaz de controlarse, intentó abalanzarse sobre ella.
—No, hay personas viéndonos. —Rebecca lo bloqueó rápidamente y levantó la barbilla hacia fuera del coche.
Alex miró a los guardaespaldas que lo rodeaban, tosió y directamente extendió una invitación:
—¿Quieres subir a mi oficina?
—No, creo que debemos dejarlo para otro dia. —Rebecca jugó con el collar y se negó rotundamente.
El rostro de Alex se congeló por un momento, hasta que Rebecca lo fulminó con la mirada.
—¿Acaso quieres que me maten?
—No entiendo. —Alex estaba confundido.
Rebecca suspiró con algo de frustración.
—Olvidas el tipo de persona es mi tío, el sigue en prisión, pero todos sus hombres están afuera, si saben que estuve contigo en el casino, el me matara.
Alex pensó en Proctor, y una pizca de pánico cruzó su rostro antes de que lograra reprimirla completamente.
—¿De quien hablas?
—Burton, ¿te resulta familiar? —preguntó Rebecca con una sonrisa.
Los ojos de Alex temblaron al escuchar ese nombre. ¿Cómo podría olvidar a ese hombre? Cada vez que negociaba con Proctor, Burton, con su apariencia de perro viejo, siempre lo miraba fríamente, era una asesino.
Rebecca sonrió con satisfacción, podia ver que Alex dudaba, estaba consiguiendo lo que queria.
—Déjame decirte la verdad: Burton tiene ordenes de asesinarte, asi que debemos ser cuidadosos.
Aunque Alex esperaba que Proctor intentara algo, pero escuchar esas palabras de la boca de Rebecca lo hizo estremecerse.
—¿Por qué me dices esto?
—Sé que te atraigo, pero también sé que no eres tonto. —Rebecca extendió la mano y, con determinación, lo agarró del muslo— Te entregaré a Burton como muestra de buena voluntad, y cuando mi tio sea condenado quiero quiero el 2% de las acciones del casino.
Alex, que originalmente solo quería divertirse con Rebecca, se encontró reconsiderando seriamente su propuesta. Los hombres que manejaban casinos entendían el lenguaje de las ganancias, y esta oportunidad para quitarle los dientes más afilados a Proctor era demasiado buena para dejarla pasar.
Entrecerró los ojos, evaluándola.
—¿Y como piensas entregarme Burton? El no es un hueso fácil de morder.
—Es muy simple. —Rebecca retiró la mano— Burton no ha tenido la oportunidad de encontrarte, por lo que esta un poco desesperado, asi que le dije que yo te atraería ya que interesado en mí y, sacarte de la reserva para que tenga una oportunidad de atacarte, el esta en mi en una cabaña esperándonos.
Alex no esperaba que Rebecca fuera tan despiadada, traicionando a su propio tío por ganancias. Fingió dudar por un momento antes de lamerse los labios y asentir.
—¿Dos por ciento?
—Así es.
—Está bien, trato hecho.
Las palmas de ambos se juntaron con firmeza.
El plan de Alex, era bastante simple dos de sus guardaespaldas personales se escondieron en el maletero del coche y otros dos en el asiento trasero. Además, Alex llevaba un arma en la cintura y un chaleco antibalas.
Antes de partir, miró a Rebecca con sospecha.
—¿No puedo evitar pensar en que me estas tendiendo una trampa?
Rebecca extendió las manos, dándose unas palmaditas en la falda ajustada.
—Estás sentado a mi lado. ¿Crees que jugaría con mi propia vida?
Alex se burló, colocó la pistola entre sus piernas y finalmente se relajó.
Rebecca arrancó el coche, y para cualquiera que mirara desde fuera, parecían una pareja normal. El auto se dirigió lentamente hacia un viejo puente en las afueras de la ciudad. Alex miró por la ventana. La noche era oscura y ventosa, ideal para un asesinato.
Pensar que esa noche podría acabar con el hombre que siempre ayudaba a Proctor a intimidarlo le hacía sudar las palmas. Soltó el arma por un momento y se limpió el sudor de sus manos en el pantalón.
Rebecca señaló hacia adelante, hacia un puente desvencijado y una casa al otro lado.
—Burton está esperando en la pequeña cabaña al otro lado.
—¿No podemos quedarnos en el coche y fingir que estamos teniendo un momento íntimo? —sugirió Alex, desconfiado.
—Está bien, tú mandas.
El auto avanzaba a una velocidad constante, pero antes de llegar al puente, algo inesperado ocurrió. Varios objetos cilíndricos cayeron sobre el capó, provocando un estruendo metálico.
Unas luces blancas cegadoras destellaron, acompañadas de ruidos ensordecedores.
—¡Bang, bang, bang!
Alex intentó mirar al frente, pero quedó desorientado por la súbita explosión de luz.
—¡Mierda, maldita sea! —rugió, furioso, mientras buscaba su arma a ciegas. Sus dedos no encontraron nada, y el pánico se apoderó de él.
De pronto, cinco figuras surgieron de detrás de los árboles al costado de la carretera. Todos portaban rifles AK-74, al frente de ellos Burton lideraba el grupo. Al ver a Rebecca saltar del auto, con su vestido blanco ahora manchado de tierra y sangre, levantó su arma y disparó al vehículo que aún avanzaba.
—¡Rat-a-tat-tat!
Las llamas del AK iluminaron la noche mientras los disparos resonaban por todo el lugar.. El Mercedes-Benz se tambaleó, los neumáticos explotaron, los vidrios se hicieron añicos y la carrocería quedó perforada por agujeros de bala.
El auto avanzó unos metros más antes de estrellarse contra un lado de la carretera y detenerse.
Burton, reemplazando el cargador, apretó el cerrojo y avanzó hacia el auto, sujetando el AK con una mano.
Rebecca yacía en el suelo no muy lejos, como un ciervo herido, cubierta de sangre y con heridas en las manos y piernas. Sacudió la cabeza, aturdida. Cuando los pasos de Burton se acercaron, Rebecca finalmente empezó a recuperar la conciencia.