—¿Está seguro, no tendremos problemas?- dijo Ethan un poco indeciso. Normalmente estas ceremonias de iniciación eran privadas y reservadas solo para miembros.
Stifler le dio una palmada en el hombro y dijo con indiferencia—No te preocupes, no somos una secta, además soy el Presidente de la hermandad asi que nadie te cuestionará.
—Bien, te sigo.
Ethan estaba interesado en experimentar este tipo de evento ya que el anterior dueño de este cuerpo no había asistido ala universidad, cuando termino la preparatoria fue directamente a Philadelphia para ir a la academia de policía.
Mientras entraba, Stifler compartió con él detalles de la Hermandad Beta y algunas de sus formas únicas de saludar, en caso de que fuera necesario. Ethan memorizo rápidamente lo que dijo para evitar cometer errores.
Cuando inicio el espectáculo, Ethan fue al al fondo de la habitación, Ethan se apoyó en la pared, observado a una docena de personas en la sala de pie en silencio y en el centro de la habitación. Eric, Mike y Bobby se mantenían con las manos a la espalda, arrodillados en fila frente a los lideres de la hermandad.
La atmósfera era solemne y ceremonial, con todos mostrando seriedad en sus rostros, la multitud se calmó cuando se abrió dejando un pasillo que daba de frente a los iniciados.
Stifler y algunos estudiantes mayores entraron empujando una pizarra.
Stifler se acercó a la pizarra, extendió la mano con determinación y, de un tirón, apartó el trozo de tela que la cubría. La superficie reveló una larga lista escrita con tiza. Casi todas las entradas estaban cruzadas por gruesas líneas blancas, excepto la última, que permanecía intacta,
Ethan miró con atención y leyó las tareas que tuvieron que realizar para poder ingresar ala hermandad beta Bobby y los demás:
Número 6: Come veintitrés hot-dogs en veinticinco minutos.
Número 14: Ve a una hermandad de mujeres, roba un tanga y póntela.
Número 21: Defeca en la oficina del decano y toma una foto.
Número 32: Bebe cerveza hasta mojarte los pantalones.
Número 46: Destruye una barra de acero en las pilas de libros de la biblioteca.
Número 50: roba cosas de la fraternidad nerd.
Cada tarea hacía que a Ethan le dolieran los dientes. No solo eran difíciles y desagradables, también había un límite de tiempo, y todas debían completarse antes del final del primer semestre de la Universidad.
No era sorprendente que los miembros de la fraternidad sintieran tanto orgullo. Era natural que valoraran algo por lo que habían trabajado arduamente. Asignarles estas tareas a los nuevos miembros no solo ponía a prueba su determinación, sino que también fortalecía rápidamente la cohesión entre ellos.
Stifler caminó hacia la pizarra con una tiza en la mano, sonrió a los que estaban arrodillados y luego trazó una línea blanca sobre la última tarea, indicando que se había completado.
El grupo de Bobby apretó los puños con entusiasmo y miraron a Stifler con expectación.
—Aspirantes, felicidades. Han cumplido con todas las tareas que la Hermandad Beta les asignó en el tiempo acordado —dijo Stifler, sonriendo con satisfacción—Todos los Betas aquí estamos orgullosos de llamarlos hermanos.
Mike y Bobby no pudieron contener sus expresiones, sonriendo ampliamente. Stifler sacó tres insignias naranjas de su bolsillo y dijo con una sonrisa
—Felicitaciones, ahora todos ustedes son miembros de la Hermandad Beta Delta Xi.
Un estruendoso aplauso surgió de la sala, y la gente alrededor aullaba de emoción. Ethan, contagiado por la atmósfera, aplaudió suavemente. Eric y los demás se levantaron, caminaron hacia Stifler y tomaron las insignias de sus manos.
Bobby, emocionado, levantó la suya con orgullo y gritó:
—¡Viva la Hermandad Beta Delta Xi!
—¡Viva!
Al finalizar la ceremonia, la puerta se abrió y la gente empezó a salir rápidamente de la sala ceremonial. Se dirigieron a otra habitación que habían transformado en un bar, donde la música retumbaba a todo volumen. Desde el sótano, sacaban barriles y cajas de cerveza mientras todos comenzaban a animarse y el ambiente se llenaba de entusiasmo.
Bobby caminó entre la multitud, abrazó a Ethan y gritó emocionado:
—¡Soy un Beta! ¡Ahora soy un Beta!
—Sí, felicidades.
Ethan le dio unas palmaditas en la espalda y le dio a Mike y a Eric un puño de felicitación.
Stifler también se acercó con dos vasos de cerveza:
—Ethan, ¿que tal te gusta el ambiente?
—No está mal, pero falta algo.- dijo Ethan tomó el vaso rojo y miró a su alrededor, notando que todos los presentes eran hombres.
—¿Sé lo que estás pensando? —Stifler le guiñó un ojo— La paciencia es una virtud, solo espera un momento.
Poco después, un grupo de chicas hizo su entrada, vistiendo medias blancas, minifaldas a cuadros y camisas blancas ajustadas. Sus risas resonaban mientras se unían al carnaval, caminando al ritmo de "Oops!... I Did It Again" de Britney Spears, que sonaba a todo volumen en el fondo. La vibrante melodía pop lleno la sala, con su inconfundible ritmo, lo que aumentaba la energía del lugar. La atmósfera explotó en cuanto cruzaron la puerta, desatando gritos y aplausos.
Mientras Ethan estaba distraído, Stifler le pasó un brazo por los hombros y dijo en voz alta:
—La mayoría son miembros de otras hermandades de chicas, claro si alguien quiere venir a divertirse siempre es bienvenido..
Stifler extendió el brazo, haciendo un gran círculo:
—¡Fiesta!— exclamó, levantando el vaso en su mano. —¡Alcohol! — Luego, señalando con la barbilla a una rubia de piernas largas que pasaba a su lado, añadió— ¡Mujeres hermosas! He cumplido con todo lo que les prometí; ahora lo que suceda después depende de ustedes.
Ethan apartó la mirada de la chica que solo tenía dos botones de la camisa atados, dejando al descubierto su ropa interior de encaje negro, y le dijo en voz alta a Stifler:
—Debo admitir que la fiesta de la hermandad Beta es la mejor a la que he ido.
—Me alegro de escucharlo, solo diviértete esta noche —dijo Stifler, bebiendo alegremente su cerveza.
Ethan, tras haber pasado tiempo con dos chicas en su dormitorio no hacía mucho, no sentía la necesidad de apresurarse a llevar a alguien en ese momento. En su lugar, decidió quedarse con los chicos, levantando los vasos y brindando mientras disfrutaban de unos shots de tequila.
—¡Ethan!
En ese momento, escuchó el fuerte grito de Stifler, quien lo llamaba desde la distancia, Ethan caminó entre la gente que saltaba al ritmo de la música. Las chicas a su alrededor tocaban su brazo tratando de atraerlo mientras pasaba.
—Ven conmigo, el área VIP esta por acá.—Stifler lo empujó hacia una habitación más privada. Atravesaron la multitud y llegaron a un espacio más reservado, para los lideres de la hermandad.
Varias personas se reunieron alrededor de una mesa de ping-pong, pero en lugar de red y raquetas, había vasos de plástico rojo.
Bobby y Eric estaban en un extremo de la mesa, frente a dos rubias que llamaban la atención. Una de ellas, de cabello corto y lacio, con un brillo travieso en sus ojos, lanzó una pelota de ping-pong con destreza. La pelota rebotó en el aire antes de caer directamente en uno de los vasos frente a Bobby, provocando una explosión de risas. La otra chica, de cabello largo y ondulado, lucía una blusa ajustada que acentuaba su figura, mientras sonreía con complicidad.
La sala estalló:
—¡Bebe, bebe, bebe!
Bobby, bajo la presión de todos, bebió el vaso de cerveza de un solo trago.
Mike estaba sentado en el sofá contra la pared, y Ethan se acercó para sentarse a su lado.
Jugaban Beer-Pong, turnándose para lanzar una pelota de ping pong en el vaso de cerveza del oponente. Si la pelota entraba, el otro debía beberse todo el contenido del vaso, cuando uno de los jugadores vaciaba los vasos del oponente, el perdedor tenía que beber toda la cerveza restante del lado del ganador tambien.
Cuando la pelota de ping pong finalmente aterrizó en el último vaso, las dos chicas estallaron en gritos de emoción, saltando de alegría. Eric bebió toda la cerveza de los vasos junto a Bobby del lado opuesto bajo los aplausos de todos en la sala. Bebieron los cuatro vasos restantes frente a las chicas.
Después de beber varios vasos seguidos, Eric, que ya no podía más, se rindió. Ethan notó claramente que alguien lo estaba observando. Miró de reojo y vio que era Ashley, la chica que había conocido en el baño. Llevaba un vestido de flores, con su cabello cabello estaba recogido en una cola de caballo, junto a ella estaba otra chica.
Cuando Ashley notó que Ethan la había visto, desvió la mirada rápidamente.
Ethan sonrió al ver la actitud tímida de la chica, tomó el vaso de plástico rojo y dio un sorbo de cerveza.
—Vamos, juega conmigo—dijo Stifler, acercándose a él.
Ethan asintió, se levantó y se unió a la mesa con Stifler.
—Brandy, te toca —dijo Stifler con una sonrisa mientras sostenía una pelota de ping pong.
En el sofá cercano, había siete u ocho chicas sentadas. Entre ellas, la más hermosa se levantó, bajando sus largas piernas con elegancia y sacudiendo su melena rubia.
Su figura era delgada y esbelta, con el dobladillo de su camisa blanca anudado, dejando al descubierto su sexy abdomen.
Cuando se puso de pie, su presencia atrajo la atención de muchos en la sala.
—Stifler, ¿estás seguro de que quieres desafiarme? —preguntó Brandi, poniendo las manos en su cintura.
—Por supuesto —respondió Stifler con confianza— Por cierto, te presento a mi amigo, Ethan. Ethan ella es Brandy.
Ethan sonrió, mostrándose seguro de sí mismo, devolviendo el saludo con confianza.
—Ella es la chica más ardiente la casa Kappa Kappa Gamma, para muchos aquí, ella es como una diosa—le susurró Stifler.
—¿No es algo tonto? —preguntó Ethan, riendo.
—Estoy demasiado acostumbrado a ella —respondió Stifler con un encogimiento de hombros.
Brandy, con una sonrisa provocativa, colocó las manos sobre la mesa.
—¿Van a jugar o van a seguir charlando?
—¡Coloquen los vasos! —ordenó Stifler, haciendo un gesto con la mano. Bobby y otros miembros del club se acercaron, colocando los vasos de cerveza en ambos extremos de la mesa.
—Vamos, acabémoslas —le dijo Bobby, dándole una palmada en el hombro a Ethan.
Otra chica, se levantó de su asiento y se unió a Brandy, para la batalla, ambas tenían una sonrisa confiada en sus rostros.
—Las damas primero —dijo Ethan, con una sonrisa.
Brandy tomó la pelota de ping pong y, con aplausos de la sala, la lanzó con precisión al vaso izquierdo de la segunda fila sin mucho problema.
Ethan bebió la cerveza rápidamente y limpió la pelota en el vaso de agua a su lado. Apuntó y lanzó, pero, al ser su primer intento, la pelota golpeó el borde y rebotó.
El compañero de Brandi no falló, y Stifler tampoco fallo haciendo que las chicas bebieran su primer vaso de cerveza.
Brandi bebió de su vaso y, con provocación, preguntó:
—Oye chico lindo, ¿ seguro que quieres continuar?
—Por supuesto —respondió Ethan, sonriendo. Ahora más acostumbrado al juego, lanzó con precisión.
Brandi también era experimentada, y la competencia se volvió reñida. Finalmente, tras varias rondas, el equipo de Ethan terminó bebiendo los últimos vasos de cerveza. La sala estalló en abucheos y aplausos mientras Ethan bebía los vasos restantes con facilidad.
—¡Sigamos! —dijo Brandy, sin perder el ritmo.
El juego continuó, con Ethan lanzando cada vez con más precisión. Pronto, Brandi y sus compañeros no pudieron seguir el ritmo, bebiendo cada vez más cerveza. Ethan gracias a su constitución mejorada, no mostró señales de agotamiento. Cada vez que levantaba un vaso, los vítores crecían.
—Eres un monstruo —le dijo Stifler, borracho, pasándole el brazo por los hombros.
—¿Dónde está el baño? —preguntó Ethan, sintiendo el efecto de la cerveza.
—Te llevo —respondió Brandy, acercándose con una sonrisa tomando su mano para llevarlo con el.
Ethan la tomó, y ante las miradas envidiosas de la sala, salió con ella, como un campeón victorioso. Antes de irse, saludó con ademan de manos a Ashley, que lo miraba desde el otro lado de la habitación.
—¡Bastardo afortunado! —murmuró Bobby, deseando ser él quien se fuera con Brandy.
Ethan y Brandy subieron al segundo piso y, después de varios intentos, encontraron una habitación vacía. Justo al cruzar el umbral de la puerta, Brandy saltó sobre Ethan, envolviendo su cintura con sus piernas mientras se besaban con pasión. Rápidamente, Ethan deslizó sus manos hacia su trasero para sostenerla firmemente.
Se besaron con intensidad, y finalmente, Ethan se aparto un poco de Brandy, luciendo una sonrisa de satisfacción.
—No te importa si me doy una ducha —dijo Ethan, mientras se quitaba la camiseta con indiferencia.
Brandy se percató del físico de Ethan al abrazarlo, pero ahora podía admirarlo con sus propios ojos. Su torso musculoso y su abdomen bien definido, la dejaron sin aliento. El calor en su cuerpo aumentaba intensamente, al verlo caminar hacia la ducha.
Ethan abrió la ducha, dejando que el agua caliente recorriera su cuerpo, eliminando el sudor pegajoso y el rastro de la noche. Mientras el gel de baño formaba espuma en su piel, las manos de Brandy se posaron en su espalda, sin aviso. Sus dedos delgados pero firmes comenzaron a bajar lentamente, provocando que los músculos de Ethan se tensaran al contacto. Giró sobre sus talones, enfrentándola con una mirada intensa.
El agua empapaba la camiseta de Brandy, volviéndola casi una segunda piel. No había espacio para la sutileza. Las gotas de agua caían pesadamente desde su cabello hasta su cuerpo, creando un contraste entre el frío de la tela y el calor que emanaba de ambos. Ethan la levantó de un movimiento decidido, sus manos fuertes sosteniéndola por los muslos, mientras ella enredaba sus piernas alrededor de su cintura, Ethan pudo sentir que la ropa interior de la chica había desaparecido.
Cada movimiento era crudo y directo, Ethan la apoyo contra la pared deslizándose dentro de ella, las respiraciones se volvieron profundas y rápidas, sincronizadas con el ritmo de sus cuerpos. El sonido del agua golpeando el suelo llenaba el ambiente, pero ninguno prestaba atención. El foco estaba en la sensación inmediata, en el contacto firme de las manos de Ethan que exploraban sin inhibiciones el cuerpo de Brandy.
Los minutos pasaron sin tregua, sus cuerpos moviéndose con una urgencia compartida. Finalmente, Brandy, con los labios entreabiertos y la respiración agitada, extendió una mano, apoyándola en la cintura de Ethan para detener el frenético ritmo, controlando los movimientos en un intento de tomar el control por un instante, tratando de retomar el aliento.
—¿Qué pasa? —preguntó Ethan, secándose las gotas de agua de la cara.
Brandy lo empujó suavemente y saltó del fregadero, sus pasos algo débiles.
—Si no te importa, necesito hacer una llamada.
—Está bien —contestó Ethan, un poco frustrado por la interrupción, pero sin forzar la situación.
Se apartó de la puerta de la ducha y continuó con su baño, dejando que el agua caliente recorriera su cuerpo. Brandy se envolvió en una pequeña toalla, apenas cubriendo su pecho, y salió a la habitación, a buscar su celular.
—Suban rápido, los rumores eran ciertos. Es una bestia —susurró al teléfono con urgencia—. Además de esas dos, trae a más personas... No bastará con dos... Te lo aseguro, no te estoy mintiendo.
Su voz temblorosa se perdía entre las paredes húmedas de la habitación, apenas perceptible desde afuera. Ethan, inmerso en el agua tibia de la ducha y con la cabeza inclinada hacia atrás mientras se lavaba el cabello, no le prestó atención.
Poco después, Ethan salió de la ducha, secándose el cabello con una toalla limpia que encontró. Las luces de la habitación estaban tenues, rápidamente poso su vista en Brandy, quien lo recibía envuelta en una toalla muy pequeña, estaba sentada al borde de la cama.
En la mesita de noche había algunas botellas whisky, vodka y ron. Ethan se acercó, algo perplejo. Tenía sed después de la ducha, así que tomó el vaso que Brandy le ofreció y bebió de un trago.
—¿Qué estás tramando? —preguntó, al ver la expresión misteriosa en su rostro.
Brandy se levantó y lo besó en la mejilla.
—Nada malo, lo prometo. Tengo una sorpresa para ti —dijo con una sonrisa.
—¿Qué sorpresa? —respondió Ethan, mientras se secaba las gotas de agua de su cuerpo.
Brandy se dirigió hacia la puerta lateral de la habitación, tomándose su tiempo antes de girar el picaporte. Apenas la dejó entreabierta, varias mujeres comenzaron a desfilar rápidamente hacia el umbral, entrando una tras otra en completo silencio. Cada una cruzaba con una marcada sensualidad.
Brandy se quedó observando, su mirada fija mientras ellas ocupaban el espacio, llenando la habitación con una presencia inesperada y densa.
—Esta es Ana —dijo, mientras una mujer de complexión atlética se adelantaba, su cuerpo bien definido destacaba bajo el sujetador deportivo negro de Victoria's Secret que abrazaba su pecho con firmeza.
—Este es Brian —continuó, mientras una chica de baja estatura pero llena de energía se acercaba. Llevaba un conjunto atrevido de encaje negro de Victoria's Secret, con tirantes finos y detalles intrincados que resaltaban su figura compacta y su actitud desafiante.
—Esta es Maggie —añadió, señalando a una chica rubia de cabello corto que avanzaba tímidamente. Su conjunto de ropa interior era de encaje blanco, delicado y suave, con un bralette de diseño sutil que apenas rozaba su piel, y una braguita a juego que acentuaba la longitud de sus piernas.
—Y esta es Caroline —finalizó, presentando a una mujer de cabello dorado que caía en ondas sobre sus hombros. Llevaba un conjunto de lencería satinada en tonos burdeos, con un sujetador balconette que realzaba su pecho, mientras las braguitas de corte alto se amoldaban a su cadera con elegancia.
Bajo la luz tenue, Ethan observaba a las cuatro jóvenes posando de forma seductora frente a el, un poco nervioso ya que no lo había visto venir.
—¿Estás jugando cierto? —susurró Ethan a Brandy, cubriéndose con una toalla.
—No, esto esta pasando de verdad—respondió ella con seriedad— A excepción de Ana, esta es una misión de iniciación para Brian, Maggie y Caroline, y necesitan tu ayuda.
Brandy bajó la cabeza, tímida para susurrarle al oído.
—Es la primera vez de Maggie y Caroline... espero que no te importe.
Las dos chicas se sonrojaron, pero Brian, con una actitud desafiante, levantó la cabeza con orgullo.
Ethan se quedó inmóvil por un momento, sintiendo el peso de las miradas de las cinco mujeres sobre él. El aire en la habitación se volvía cada vez más denso, cargado de tensión sexual. Ana fue la primera en dar un paso hacia él, acercándose lentamente, sus ojos clavados en los suyos. No hubo palabras, solo el ligero roce de su mano en su brazo, una caricia que lo hizo contener la respiración.
Brian, siempre más provocadora, sonrió desde la esquina y se incorporó, caminando con una seguridad que hacía que el ambiente pareciera aún más cargado. Con un movimiento casual, deslizó su mano sobre el pecho de Ethan, su risa suave y burlona.
—No pareces tan seguro ahora —murmuró, sus labios peligrosamente cerca de su oído.
Maggie, con una mezcla de timidez y curiosidad, se acercó poco a poco. Ethan la sintió más que la vio, cuando sus dedos, ligeros como una pluma, rozaron su cuello. Aunque no se atrevía a mirarlo directamente, había algo en su contacto que lo hizo estremecerse.
Carolina, siempre la más calculada, caminó lentamente hacia él, sus movimientos eran una coreografía ensayada, exudando elegancia y control. Rodeó a Ethan, sus dedos jugando con el borde de su camisa, como si estuviera saboreando el momento.
—Estamos todos esperando, Ethan —susurró, su voz suave como la seda, mientras le rodeaba por detrás, sus labios rozando apenas su cuello.
Ethan sintió la tensión subir dentro de él, cada toque, cada mirada, provocando sensaciones diferentes. No había prisa en la manera en que todo se desarrollaba, sino una expectativa que crecía con cada segundo. Las manos de Ana volvieron a su pecho, y luego las de Brian, más juguetonas, se añadieron. La respiración de Ethan se volvió pesada, mientras las miradas de todas las mujeres lo devoraban con la misma intensidad.
El silencio en la habitación era quebrado solo por el ritmo lento y sensual de las respiraciones, y cada roce, cada contacto, hacía que la tensión entre todos alcanzara un punto máximo, ahogado por los fuertes gemidos de las mujeres, las débiles paredes no pudieron detener los sonidos emitidos.
A la mañana siguiente, Ethan se despertó en la gran y mullida cama. Miró su teléfono, eran alrededor de las nueve de la mañana. Abrió las cortinas y la deslumbrante luz del sol lo golpeó. Afuera, en el césped de la Casa Beta, muchas personas tomaban el sol.
Se dio la vuelta y vio la cama desordenada, el único testigo de lo que había ocurrido la noche anterior. Las chicas se habían ido tranquilamente una tras otra a las cuatro o cinco de la mañana, dejando solo algunas botellas de vino vacías.
Ethan recogió una toalla del suelo y silbó mientras caminaba hacia la ducha.
Después de vestirse, salió de la habitación. La Casa Beta estaba en silencio, un marcado contraste con el ruido de la noche anterior. Al acercarse al balcón del segundo piso, escuchó risas.
Stifler, Bobby, Mike y Eric estaban tomando el sol sin camisa, relajandose.
—Hola, chicos, buenos días —saludó Ethan al abrir la puerta de cristal.
Los cuatro lo miraron de reojo.
—¡Eh Freddy buenos días! —preguntó Stifler, poniéndose las gafas de sol en la cabeza.
—Soy, Ethan —respondió, levantando las manos—.¿No lo recuerdas?
— —Solo conozco a un tipo llamado Ethan, no a un maldito asesino —bromeó Stifler, mientras el sol hacía brillar su cabello rubio.
Bobby se levantó emocionado.
—¿Cinco? ¿Es cierto?
Ethan se rascó la cabeza, algo sorprendido.
—¿Cómo se enteraron?
—¡Holy shit! —exclamó Bobby— No creía que fuera verdad.
Stifler, Bobby, Mike y Eric chocaron las palmas con Ethan, seguido de una palmadas en la espalda.
—Esta mañana ya se ha corrido la voz entre las fraternidades —dijo Stifler—. Todas las chicas de la universidad están hablando de nuestra Hermandad Beta... y de un chico llamado Ethan.
—Por favor, no me hagan quedar mal. —respondió Ethan, avergonzado.
Los cuatro se pusieron de pie y, en señal de respeto, le hicieron un saludo militar a Ethan.
—Te damos las gracias—dijo Stifler— por darle a nuestra Hermandad Beta la reputación que se merece.
En ese momento, Ethan también fingió estar serio y se acercó, estrechó la mano de varios de ellos y les dio palmaditas en los hombros:
—De nada, solo hice lo que debia.
—Si hay algo como esto en el futuro, que pueda elevar el prestigio de la Hermandad Beta en el futuro, no dudes en decírmelo.
Mientras reían y se regañaban, un grupo de personas vestidas con camisetas azul claro se acercó desde la distancia.
Al darse cuenta de que venía la persona, Stifler maldijo:
—¡Shit! La gente de la Hermandad Nerd está buscando problemas, llamen a todos los chicos.
Después de decir eso, se separaron apresuradamente para llamar a más gente y se reunieron en el vestíbulo del primer piso.
Edgar, que llevaba gafas de montura negra, estaba rodeado por un grupo de personas y abrió agresivamente la puerta de la casa de Beta. En ese momento, Ethan, Stifler y los demás también estaban parados en la barra con una docena de miembros de la casa a su lado.
Junto a Edgar estaba una chica blanca que vestía una falda profesional oscura. Tenía algunas pecas esporádicas en la cara y usaba gafas de montura negra como Edgar. Su rostro era inexpresivo y parecía una persona anticuada muy seria.
En ese momento, el hombrecito gordo Bobby, al lado, sonrió y tocó el brazo de Ethan. Ethan volvió la cabeza y Bobby extendió la mano y le entregó el teléfono.
En la pantalla, una chica en un bikini dorado estaba arrodillada en el suelo, dándole placer al hombrecito gordo que señalaba hacia adelante. Ethan se dio cuenta de que los protagonistas de la foto eran nada menos que Edgar y la chica que estaba a su lado. No podía creer que alguien tan serio y aburrido por fuera pudiera ser tan juguetón detrás de escena.
Después de que entraron, Stifler inmediatamente se puso de pie, señaló al grupo de personas de enfrente y gritó descontento:
—Edgar, sal de aquí, tú y tu grupo de perdedores detrás de ti. Esta es la Casa Beta y no eres bienvenido.
Edgar lo ignoró y desvió la mirada hacia la esquina. Allí, junto al bar, había una muñeca inflable. La base de la computadora, que él consideraba un tesoro, estaba atada con varias tiras de luces en el pecho de la muñeca, exhibiéndose como un trofeo. Las luces de colores parpadeaban desde arriba, como si se estuvieran riendo de él, lo que solo aumentó la furia de Edgar.
Miró el gabinete de honor a un lado, que contenía un gran martillo dorado. Edgar apretó los dientes y le gritó a Stifler:
—¿Se acabo? Esta es la última vez que tu Hermandad Beta me humillará. Voy a resolver esto contigo de una vez por todas.
Después de hablar, caminó rápidamente hacia el gabinete de honor, tomó un palo y lo golpeó rompiendo el cristal.
El cristal se hizo añicos cuando los hombres de la Hermandad Beta rugieron enojados. Edgar rápidamente tomó el gran martillo dorado y se retiró al grupo de la Hermandad Nerd. La gente de Beta también corrió hacia adelante y comenzó a empujar con ellos.
—¡Todos paren!
Edgar levantó el gran martillo dorado con ambas manos y gritó en voz alta:
—Ahora, en nombre de la Hermandad Epsilon Sigma Kappa , lanzo un desafío a la Hermandad Beta Delta Xi, de la manera tradicional, a la manera de los antiguos, declaro el desafio de las Olimpiadas Griegas.
Después de hablar, arrojó el gran martillo dorado al suelo con fuerza. De repente, la escena se quedó en silencio. Stifler se abrió paso entre la multitud y se acercó. Primero miró el martillo dorado.
—Edgar, aunque realmente quiero patearte el trasero en la competencia, la universidad ha prohibido las Olimpiadas Griegas durante los últimos cuarenta años.
—¿Qué pasa? ¿El intrépido Stifler tiene miedo? —Los ojos de Edgar brillaban mientras apretaba los dientes—. No te preocupes, yo me encargaré de eso, hablare con la dirección de la escuela. ¿Te atreves a aceptar el desafío?
—¿Miedo? —se burló Stifler, mirando a los hermanos que estaban detrás de él y asintiendo. Luego volvió su atención a Edgar y continuó—. Yo, Stifler, no sé lo que es el miedo, y la Hermandad tampoco lo conoce. En nombre de la Hermandad Beta, acepto tu desafío, así que prepárate para que te patee el trasero, hijo de puta.
—Muy bien, muy bien —dijo Edgar, mirando a su alrededor, especialmente a ese lugar que tanto odiaba—. Ahora, como dicta la tradición, hagamos una apuesta. Si gano, la Hermandad Beta perderá su casa. La destruiré ladrillo a ladrillo y acabaré con tu legado.
La gente de la Hermandad Beta empezó a hacer ruido, pero Stifler extendió la mano para detenerlos.
—¿Qué pasa si pierdes?
Al pensar en el pastel de arroz que vio en el stand de la sala de honor esa mañana, Edgar estaba tan enojado.
—Aunque eso es imposible, si eso sucede, la casa de la Hermandad GEK, le pertenecerá a la hermanada Beta.
—Es un trato —dijo Stifler extendiendo los brazos—
Edgar chocó las manos con él y rió a carcajadas:
—Iré a hablar con la dirección de la escuela ahora. Los preparativos se harán hoy y los juegos comenzará oficialmente mañana.
Al ver que la gente de la Hermandad Nerd se alejaba, Ethan recordó:
—Edgar parece tan ansioso por comenzar... ¿tendrá algo planeado?
—No —dijo Stifler rascándose la cabeza— Todos los desafíos de la competencia requieren el consentimiento unánime de ambas partes antes de poder resolverse. Simplemente estaba enojado.
Stifler volvió a mirar Booby y a los demás.
—¿Qué diablos hiciste anoche? Nunca lo había visto tan enojado.
Bobby y Mike lucían sonrisas malvadas en sus rostros. Tras susurrarle algo al oído a Stifler lo que habían visto y las imágenes del teléfono, él los apartó con desdén. Al ver su expresión, quedó claro que no era una buena señal.
Ethan negó con la cabeza y preguntó a Stifler con curiosidad:
—Por cierto, ¿qué son las Olimpíadas Griegas?
Stifler tomó el martillo dorado, le dio unas palmaditas en la mano y dijo:
—Este es un método competitivo que se utiliza para resolver disputas entre fraternidades. Consiste en una serie de competencias, que incluyen actividades deportivas y algunas pruebas de desenfreno. En algún momento, los juegos se salieron de control y la universidad los prohibió permanentemente hace 40 años.
Agitó el martillo dorado de un lado a otro y dijo con anhelo:
—En aquel entonces, la Hermandad Beta dominaba las olimpiadas, eramos como leyendas vivas entre los estudiantes. El ganador se quedaba con este martillo hasta el próximo juego, donde se decidiría el nuevo campeón.
—No te preocupes, nosotros volveremos a vencer y no avergonzaremos a nuestros predecesores.
—Por supuesto —respondió Stifler, también levantando los brazos y mirando a Ethan.
Ethan ya no dudó en este momento, como si ya estuviera en este pequeño grupo, también levantó el brazo.
La gente Beta en el lugar se reunió, juntaron las manos, agitaron los brazos hacia abajo y gritaron:
—¡Viva la Hermandad Beta!
Dado que el juego se llevará a cabo mañana, según la tradición, es necesario encontrar al último capitán ganador de las ultimas olimpiadas para arbitrar el juego. Y este era un trabajo que solo Stifler podías hacer.
Ethan no partió con Stifler esta vez. Él y Bobby se quedaron en la Casa Beta, ayudando a prepararse para el evento y esperando en silencio el juego del día siguiente.