Chapter 49 - 3vs1

El interludio terminó rápidamente. Al ver a las pocas personas que se llevaban a rastras, Job ya no estaba de humor para continuar la actuación.Mantuvo presionados los auriculares para prepararse para el siguiente espectáculo y luego caminó detrás del escenario en medio de los aplausos de la multitud.Después de un rato, Job, que se había puesto su ropa original, regresó al camerino. Todo el mundo le chocó los cinco.—Hombre, me diste una gran sorpresa esta noche. Realmente no me lo esperaba, me gusto el show.- dijo Ethan se recostó en el sofá y apagó un cigarrillo.Job tomó un cigarrillo y dijo con orgullo:—Bienvenidos a Nueva York, bitch.Después de seguir disfrutando del ambiente vibrante, Job le guiñó un ojo a Ethan. Este entendió el mensaje de inmediato. Tomó el vaso frente a él y, sin pensarlo dos veces, bebió el contenido de un solo trago. El licor ardió en su garganta, pero no se inmutó. Con un movimiento confiado, se acercó a la mujer a su lado.Madison, una rubia de cabello largo y ondulado, tenía una figura impresionante. Sus grandes senos se realzaban debajo de un vestido ajustado, y cada mirada que recibía no hacía más que alimentar su aura seductora. Sus ojos brillaban con una mezcla de picardía y curiosidad. Ethan, aprovechando el ruido ensordecedor de la música, se cubrió la boca con la mano y le susurró al oído:—¿Te gustaría seguir la fiesta en otro lado?Madison vaciló y respondió:—Vine aquí con dos amigas.Ethan suspiró suavemente, creyendo que la noche terminaría en vano, pero Madison no parecía estar dispuesta a rendirse. Con un gesto sutil pero provocador, le rascó suavemente el muslo con las yemas de los dedos, sus labios curvándose en una sonrisa juguetona. Se inclinó hacia él, lo suficiente como para que el calor de su cuerpo se mezclara con el suyo, y continuó con una voz que apenas se escuchaba por encima de la música:—¿Seguro que quieres rendirte tan fácil? Podría hacer que tu noche mejore... si sabes jugar bien tus cartas, crees que puedas con las tres chico rudo.Los ojos de Ethan brillaron con malicia al escuchar la provocación de Madison. Giró lentamente la cabeza y vio a dos mujeres sentadas junto a ella. La primera, una rubia despampanante llamada Amber, vestía un vestido ceñido de lentejuelas doradas que resaltaba su piel pálida y suave. Su busto generoso quedaba perfectamente enmarcado por el escote pronunciado, mientras jugueteaba con una copa entre sus dedos con una sonrisa pícara. A su lado, Vanessa, una morena de piernas largas y delgadas, con una falda corta que dejaba poco a la imaginación, lucía una figura esculpida, delineada por una blusa ajustada que destacaba su cintura perfecta. Sus ojos, afilados y juguetones, dejaban claro que estaban dispuestas a seguir el juego.Ambas mujeres lo miraron fijamente y, con una sincronía que solo aumentaba la tensión en el aire, se inclinaron una hacia la otra y se besaron lentamente, provocando que Ethan sonriera de lado. La intensidad del momento se reflejó en su mirada.Sin vacilar, vació su copa de un solo trago y, con una chispa de desafío en los ojos, dijo con voz baja pero decidida:—Dos contra uno... creo que puedo manejarlo.- dijo con una sonrisa de oreja a oreja en su rostro.Ethan llegó al departamento de Job con tres mujeres del club, cada una irradiando una mezcla de entusiasmo y deseo. La música que aún vibraba en sus cuerpos parecía darle un impulso adicional al ambiente ya cargado de expectativa.Al entrar al apartamento de Job se fueron directo al cuarto que le asigno, Madison fue la primera en despojarse de su abrigo, moviéndose con una sensualidad deliberada que captó de inmediato la atención de Ethan. A su lado, Amber y Vanessa también se quitaron sus abrigos, dejando ver sus vestidos ajustados y seductores. La energía en el cuarto se cargó de una anticipación palpable.Las tres mujeres rodearon a Ethan, sus miradas y movimientos se entrelazaron en un juego de deseo. Madison, con un susurro suave, le pasó la mano por el pecho, mientras Amber se acercó, rozando su cuerpo contra el de él con un toque delicado pero cargado de promesas. Vanessa se unió al juego, sus manos explorando con confianza, creando un ambiente en el que la tensión se volvió casi tangible.Ethan se dejó llevar por la corriente, sintiendo cómo cada toque y susurro aumentaban la intensidad del momento. Los cuerpos se entrelazaron en una danza de pasión, cada movimiento y caricia profundizando el deseo. Las risas suaves y los gemidos de placer llenaron el apartamento, creando un torbellino de sensaciones ardientes mientras la noche avanzaba, envolviéndolos en un manto de deseo y satisfacción.Ethan, sintiendo el calor del momento, no pudo evitar dejarse llevar por el deseo que emanaba del trío. Caminó hacia ellas, su mirada fija en cada una mientras se deshacía lentamente de su chaqueta, revelando su torso tonificado. La tensión en el aire era palpable, cada uno de los movimientos calculados y cargados de anticipación.El cuarteto se movía con una sincronía casi perfecta, cada uno de ellos aportando su propio ritmo y estilo al encuentro. La habitación se llenó de susurros, gemidos y el sonido de cuerpos entrelazados, el deseo alcanzando un clímax enérgico y explosivo.Mientras la pasión alcanzaba su punto culminante, los cuerpos se movían en una danza de intimidad y deseo, los cuatro entregándose completamente a la experiencia. La noche continuó en una vorágine de sensualidad y conexión, cada uno de ellos disfrutando de la entrega y el placer compartido.Al día siguiente, Ethan rara vez se levantaba antes de la tarde. Después de quitarse el muslo que lo presionaba, evitó con cuidado a las mujeres dormidas, recogió los jeans tirados en el suelo y se los puso. Al salir de la habitación, casi tropezó con la tanga en el suelo.Cuando llegó a la sala de estar, se sentó en el sofá tipo puf, tomó la pipa de agua de Job, se puso una boquilla desechable y comenzó a fumar. Job vestía un camisón de seda y tenía dos círculos oscuros debajo de los ojos. Bostezó profundamente.—¿Necesitas que te lleve algún lado? —preguntó.Ethan mordió la boquilla y estiró ocho dedos según la vieja costumbre americana.—Vuelve a la cama, hoy tengo cosas que hacer y me las puedo arreglar solo.Job levantó dos pulgares y luego regresó tambaleándose a su habitación.Después de que Ethan se lavó, salió muy animado. Como no estaba familiarizado con Nueva York, no condujo. Llamó a un taxi, dio el nombre del lugar y luego cerró los ojos para descansar.Poco después, el taxi se detuvo. Ethan salió del auto y miró el pequeño edificio de enfrente con la tarjeta de presentación en la mano.—¡Cuidado! —se escuchó un grito. Ethan fue violentamente arrojado a un lado. Luego hubo un fuerte "estallido" y una enorme maceta cayó sobre el lugar donde estaba parado.Había trozos de astillas por todas partes. Los peatones en la calle retrocedieron uno tras otro y continuaron su paso apresurado al ver que no había nada interesante que ver. Ethan se dio vuelta y miró hacia arriba, sudando frío.En el tercer piso, un husky siberiano puro lo miraba, luego saltó de regreso a la casa.—Carajo —maldijo en secreto, tomando la mano del hombre que lo rescató.El hombre, blanco de mediana edad, con cabello corto, vestía un traje negro común. —Gracias —dijo Ethan con seriedad. Si no hubiera sido por él en este momento, una maceta tan grande le habría golpeado en la cabeza, y probablemente habría muerto.El hombre lo ignoró y rápidamente recogió las cosas esparcidas por el suelo. Cuando rescató a Ethan hace un momento, la bolsa de tela blanca que tenía en la mano se cayó, y algunas cartas se esparcieron.Ethan rápidamente se agachó para ayudar, pero cuando sus dedos tocaron la carta, el hombre lo bloqueó.—Puedo hacerlo yo mismo —dijo el hombre con voz profunda.Ethan no tuvo más remedio que retirar la mano y vio un par de gafas de sol caer al suelo. Las recogió y se las entregó al hombre de pelo corto.—¿Son estas tus gafas?El hombre entrecerró los ojos, volvió a guardar las cartas en la bolsa y tomó las gafas con rapidez, poniéndoselas en el puente de la nariz.Sin decir más, se dio la vuelta y se fue apresuradamente.Ethan lo observó alejarse, se rascó la cabeza y pateó las baldosas rotas del suelo. Después de desempolvar su cuerpo, miró los autos que pasaban, cruzó la calle y caminó hacia la clínica en el lado opuesto.Después de abrir la puerta, caminó hacia la recepción. Sostuvo la tarjeta de presentación en la mano y le dijo a la recepcionista:—Hola, estoy buscando al Dr. Sebastian.—¿Tienes una cita?La recepcionista colgó el teléfono y miró el libro de reservas que tenía en la mano.—Si, la contacté hace unos días, mi nombre es Ethan Morgan.La recepcionista lo miró detenidamente, sacudió la cabeza y dijo:—Lo siento, debió de haber ocurrido un error, la Dra. Sebastian y el resto de nuestro personal han salido a brindar servicios médicos gratuitos a la comunidad y no están aquí ahora. Podría reagendaré para mañana, lamento mucho las molestias.Ethan guardó la tarjeta de presentación en su bolsillo, asintió y respondió, no es como lo había planeado pero no había nada que pudiese hacer por ahora.—Gracias, lo apreciaría, pero no me quedare tanto tiempo.—Espera un minuto —la recepcionista lo detuvo— si tienes prisa, nuestra clínica no está lejos del lugar donde están brindando atención medica, puedo darte la dirección y ahi podrás encontrarla.—¿Dónde es? —preguntó Ethan.—Después de salir, camina un 5 manzanas, doblas hacia la derecha, hasta un parque al final de la calle. Ahí los encontrarás.—Gracias.Ethan salió y se dirigió hacia el parque. Unos minutos después llegó. Había un vehículo médico estacionado y varias personas con batas blancas atendiendo a una larga fila de personas, la mayoría eran desamparados que Vivian en la calle, y otras eran personas que no podian pagar un seguro medico.Ethan encendió un cigarrillo y se sentó cerca de una jardinera llena de maleza lejos del bullicio. De vez en cuando, veía más personas uniéndose a la fila, sacudió la cabeza y pensó que probablemente no vería al Dra. Sebastian el día hoy, por lo que debería rendirse, de igual manera podía vivir con la cicatriz, al final solo había sido una excusa para venir a New York a ir de fiesta con Job.—¿Tienes fuego?Ethan levantó la mirada. Frente a él estaba una mujer vestida con una bata blanca de médica, agitando un cigarrillo en su mano. Las mangas de su abrigo estaban arremangadas, dejando al descubierto unos bellos antebrazos. Su cabello rojo anaranjado estaba recogido en una gran trenza que caía sobre su pecho, y sus ojos brillaban intensamente.—Por supuesto —respondió Ethan, ofreciéndole el encendedor.La mujer dio una calada y le preguntó:—¿También estás aquí para ver a un médico?Ethan negó con la cabeza.—Estaba buscando a la Dra. Sebastian, pero parece que no está disponible.La pelirroja apagó el cigarrillo y sonrió.— Bueno soy la Dra. Sebastian, ¿nos conocemos.?—Vaya que suerte, soy Ethan Morgan..Marie masticó su cigarrillo y se sentó junto a él sin ceremonias. Sostuvo el cigarrillo en la mano y luego se estiró con cansancio, su elegante figura inmediatamente atrajo la atención de Ethan. Cuando se dio la vuelta, él miró hacia otro lado disimuladamente.—Eres colega de Siobhan, ¿verdad? Ella me llamó antes, pero olvide que tenia este evento programado, te pido disculpas. —exclamo Maríe, recordando la cita que tenia hoy por la mañana..—Sí, en realidad no es un gran problema. Es solo que alguien apuñaló la parte posterior del muslo y dejó una cicatriz —respondió Ethan.—No estoy libre hoy. ¿tienes tiempo mañana por la mañana a las 8:30? —dijo Marie mientras daba una calada a su cigarrillo y señalaba a las personas que estaban en la fila frente a ella.—No hay problema, entonces volveré mañana por la mañana —contestó Ethan. Ethan arrojó las cenizas de su cigarrillo, señaló la fila enfrente y continuó:—¿Por qué hay tanta gente haciendo cola?—Esto es Nueva York, es el cielo y el infierno, no todos pueden pagar los altos costos de un seguro medico o atención decente —dijo Marie, agotada— Damos asistencia médica gratuita una vez a la semana. De hecho, no hay mucho que podamos hacer, pero es mejor que no hacer nada y ser indiferente ante las personas que lo mas lo necesitan.. En ese momento, una persona al lado de la ambulancia médica saludó a Marie. Después de que ella terminó apresuradamente su cigarrillo, asintió con la cabeza a Ethan y corrió de regreso al equipo médico. Ethan apagó la colilla en el bote de basura, miró a la doctora pelirroja, era casi idéntica a Elizabeth Olsen, lo que le hizo preguntarse si, este mundo podría llegar a encontrarse doppelgangers de protagonistas famosos, bueno eso lo podría dejar para que fuese una respuesta, después de seguirla con la mirada y perderse, se dio la vuelta para marcharse.Las calles de Nueva York estaban tan animadas como siempre, pero había algo en la ciudad que lo hacía sentirse conectado, a pesar del caos que lo rodeaba.Mientras iba en el taxi, pregunto si podia llevarlo a un buen lugar de Pizzas en la ciudad, aun no habia comido nada desde que salio del apartamento, y era un buen momento para comer algo antes de regresar al apartamento de Job. Nueva York era famosa por sus pizzerías, y no podía irse sin probar alguna. Rápidamente el chofer recomendó Joe's Pizza, una de las más famosas de la ciudad. Giró en la esquina y después de unos minutos estacionó el taxi estaciono frente a un local, Ethan le dijo que le esperara fuera. Pronto el aroma inconfundible de la masa recién horneada y el queso derretido lo recibió al entrar. Las paredes estaban llenas de fotos de celebridades que habían pasado por allí, y la fila, para su fortuna era nula..Cuando llegó su turno, pidió dos pizzas familiares de pepperoni extra para llevar, al poco tiempo salió de Joe's con una sonrisa y se dirigió de nuevo al taxi para irse al apartamento Sabía que Job lo estaría esperando en el apartamento. Después de regresar a su residencia, entró en el ascensor hasta el ultimo piso. Tras tocar la puerta varias veces, el hombre gótico que acompaño a Job anoche abrió la puerta. Luego regresó a la sala y se acostó en los brazos de Job..—Pase por algo de comer, anoche no vi nada mas que vino y vodka en tu refrigerado —dijo Ethan, poniendo las cajas de pizza sobre la isla en medio de la cocina.—Genial, ahora tengo mucha hambre —respondió Job mientras le daba una palmada en la espalda al hombre gótico, quien se levantó a regañadientes.—¿Se han ido? —preguntó Ethan señalando la habitación, mientras tomaba una porción de de pizza que aun se sentía caliente.—Probablemente todavía estaban durmiendo. No las vi salir —respondió Job, negando con la cabeza mientras miraba con entusiasmo la comida.. Ethan terminó rápidamente su comida, tomó una botella de agua mineral, bebió la mitad de una vez y se puso de pie.—¿A dónde vas? —preguntó Job, levantando la cabeza.—Si te ejercitas después de comer, no ganarás peso —respondió Ethan, dándose unas palmaditas en el vientre antes de quitarse su abrigo y dirigirse a la habitación, con la caja de pizza extra en su manos, no podía ser tan cruel. La puerta se cerró de golpe, y Job tragó la comida que tenía en la boca con dificultad. Mirando los ojos resentidos del hombre gótico, apretó los dientes y dijo:—¿Quieres preguntarle si te puedes unir? El hombre gótico sacudió rápidamente la cabeza, inclinándose hacia él, pero Job lo apartó. También miró la puerta de Ethan con envidia en su rostro. Realmente no sabía que este bastardo tenía tanta energía. Después de más de una hora, los sonidos de peleas cuerpo a cuerpo en la habitación finalmente desaparecieron. Un rato después, la puerta se abrió y tres chicas jóvenes de piel delicada y ropa ligera salieron de la habitación, tratándose de reincorporar lo mejor que pudieron, es a lo que le podía llamar el camino de la vergüenza.—Hola, chicas tengo una pregunta —dijo Job, dejándose caer en el sofá, con una mirada de incredulidad—. ¿le dieron alguna píldora a mi amigo?—Fuck off, Job —se escuchó la voz entrecortada de Ethan desde el interior de la habitación. Las tres jóvenes se rieron entre dientes, saludaron a Job y abandonaron el apartamento con pasos pesados. Ethan, aún con tareas pendientes, se fue a la cama temprano esa noche, rechazo la invitación de Job para ir al club de nuevo, tambien le envio un mensaje para que cubriera su turno por la mañana, la cual acepto de mala gana, debiéndole una cena y un turno por cubrir. Después de recuperarse, Job continuó con su vida nocturna. Temprano a la mañana siguiente, cuando Ethan salió, Job aún no había regresado. Esta vez, Ethan subió al auto y se dirigió hacia la clínica, usando el GPS de su teléfono móvil. Después de saludar a la recepcionista con una sonrisa, subió las escaleras hacia donde ella le indicó.—Dra. Sebastián —dijo Ethan, mirando la placa en la puerta, antes de llamar.—Por favor, entra —respondió una voz nítida desde dentro. Ethan giró la manija de la puerta y entró. Marie Sebastián estaba sentada detrás del escritorio, con una bata blanca, un par de anteojos de montura negra y su cabello pelirrojo recogido en una cola de caballo.—Ah Ethan es bueno verte, por favor siéntate. —preguntó Marie, sonriendo dulcemente mientras hacía girar un bolígrafo entre sus dedos. Ethan tomó un taburete y se sentó, observando con curiosidad la pared detrás de Marie. Había varias fotos y la estantería a su lado estaba llena de libros de medicina.—Está bien, Ethan, por favor cuéntame la situación específica —dijo Marie, deteniendo el bolígrafo.—En un caso, fui atacado por un sospechoso. Me apuñaló en la parte posterior del muslo y la cicatriz no se ha ido por completo. Marie se levantó y abrió una cortina.—Déjame revisarlo primero, para ver cómo está la situación —dijo, sentándose en un taburete y señalando a Ethan para que se acercara.—Quítate los pantalones por favor —dijo Marie, sin ceremonias. Ethan, siendo un paciente obediente, se quitó los pantalones rápidamente al ver la expresión seria de la doctora. Mare observó unos segundos antes de decir:— Date la vuelta. Pronto sintió los dedos fríos de Marie presionando los músculos de su muslo, lo que le provocó piel de gallina. Después de un rato, Marie retiró la mano.—Puedes ponerte los pantalones.—Que piensa Doctora —dijo Ethan Los dos se sentaron en el escritorio. Marie pensó un momento, tomó su bolígrafo y comenzó a escribir.—No es un gran problema Ethan, la cicatrización parase ir bien naturalmente, pero te recetaré un ungüento, te ayudara a cerrar la herida mas rapido y servira para que no te deje una marca permanente.—Gracias, doctora. Ethan no esperaba que fuera tan sencillo. Pensaba que necesitaría una operación menor o algo parecido. Después de salir de la oficina, compró el ungüento en la clínica adjunta al consultorio según la receta de Marie y se dirigió al estacionamiento. Pisó el acelerador y sacó el Dodge Challenger del estacionamiento. Cuando regresó, vio a Marie, vestida de manera casual, cargando una pequeña caja y esperando ansiosamente al costado de la carretera.—Doctora Sebastián, ¿a dónde va? —preguntó Ethan, deteniéndose frente a ella con curiosidad. Marie se sorprendió, pero aliviada al ver que era Ethan en el auto.—Un amigo está en problemas y debo atenderlo.—Entonces suba, será mejor si la llevo—dijo Ethan.—¿No te quitaré tiempo? —vaciló Marie.—No todo esta bien, suba —respondió Ethan, abriendo la puerta del pasajero. Marie vio que no había ningún taxi cerca, no tuvo otra opción y se subió al auto. Después de cerrar la puerta, el Dodge Challenger rugió y aceleró.